La pandemia era impensada, pero más impensado para mí, era que mi suegra Clotilde junto a su inseparable perro Tomy, llegara a casa dos días antes de que se decretara la cuarentena en todo el país. ¡Es demasiado!
Justo viene de su pueblo a mi pueblo a ver una curandera, porque piensa que hay alguien que la odia, o que le hicieron un daño. ¿Cómo se le pueden ocurrir esas cosas? En este contexto, no la va atender y quien sabe cuando se le termina su estadía con nosotros…
Como si fuera poco me está tocando vivir una situación inimaginable, mirá que Dorita me dijo millones de veces “no seas tacaño, siempre esperando que te regalen para tu cumpleaños, no podes tener solo dos calzoncillos”, yo sueltito y canchero, le decía “ si quiero voy a lo de Pía y me compro una docena”. Ahora veo con mis propios ojos al perro ovejero alemán de mi suegra, rompiendo mis únicos dos calzoncillos slips de algodón, extraídos de mi cajón. Seguro que Dorita lo dejó abierto después de plancharlos, ¡me quedaron unos hilitos! Los desgarró completamente, se los llevó al fondo, hizo un pozo y ¡los enterró!, y eso que le aclaré a Dorita, que si su madre venia con el perro, tenga cuidado para que no entre a la casa. ¡Ah! si tendría un calzoncillo puesto…con el calor que hace, justo tengo un short de baño ¿Y ahora qué hago? Porque hoy alcancé a chusmear como la Pía cerraba el negocio y se la llevaba la hija, seguro para pasar la cuarentena, y tampoco, no da para ir al centro comercial, creo que también están cerrados los locales.
¿Y si me arriesgo?, mejor no, a ver si me para la policía, me multan apenas les digo que me vengo a comprar ropa interior, aparezco en todos los noticieros nacionales con el graph en letras blancas con fondo rojo;” un hombre en Tordillo rompió la cuarentena para comprarse calzoncillos” ¡Linda fama le hago a mi pueblo!
Me pregunto ¿y qué me pongo ahora?, lo necesito sí o si para dormir, nunca me quise comprar un pijama, y el short de baño es muy incómodo. Ya lo viví en San Clemente el verano pasado, cuando fuimos a visitar a los Louridos, era por un rato, pero el Peugeot se quedo sin batería y nos tuvimos que quedar a dormir, no me agarró sueño en toda la noche con el short puesto, ¡Qué lo parió!, ojalá fuera como el tío José que dormía en pelotas, hasta cuando hacía frío. Siempre lo contaba en las reuniones. Pedirle a mi vecino seria un bajón, una harina o un paquete de azúcar, es entendible, pero decirle don Luis, me presta un calzoncillo, no da. Me pondría una bombacha de mi mujer, pero no me van a entrar, es muy flaca la Dorita, me va a quedar como una tanga, también había pensado ir a pedirle los del finado de doña Silvia, pero no tengo coraje.
¡Ya sé lo que voy hacer!, se me ha ocurrido una gran idea, cuando se duerma a la noche, no me queda otra que buscarme una bombacha de mi suegra, es el único talle que me puede entrar cómodamente, que se le va hacer, nunca me imaginé llegar a esta situación. No se lo pido porque, si no me quiso prestar una remera en su casa el día que me ensucié la mía abriendo la lata de conserva, tampoco les voy a dar el caldo gordo para que se rían de mí junto a Dorita. Además, se va a ofender si le digo que la culpa es de su perro que ella ama tanto.
A la madrugada, mi señora dormía profundo, aproveché y caminé descalzo hacia la pieza donde estaba mi suegra, que roncaba con silbidos interminables, me costó, pero encontré la bolsa de su ropa interior debajo de la cama y me lo llevé al baño. ¿Cuántas bombachas trajo? que le robe dos, no se va a dar cuenta. La fucsia era la que mejor me quedaba, pero por las dudas, me busqué dos de color negro, por si me lo encontraba Dorita, le diría que hubo una equivocación, aunque los míos eran negros con puntitos azules, por eso tengo que hacer el esfuerzo de planchármelo, porque si Dorita los ve se va a dar cuenta, de paso la pongo contenta que me hago cargo de mis tareas hogareñas, ojalá la cuarentena pase rápido y ahí si me compro hasta rebalsar el cajón de ropa. Al regresar a la pieza, acomodé la bolsa en su lugar y el perro, trepado de la ventana del lado de afuera vio todo y empezó a ladrar, Clotilde se despertó, prendió la luz; ¡Que jabón me pegué! Salí corriendo, el corazón me latía a mil, también se despertó mi mujer ,escuché los pasos, con el apuro solo alcancé a guardar una en el bolsillo del short y la otra me quedó en la mano, fui rápido hacia la puerta trasera para esconderme en el galpón, y cuando la abrí, al toque entró este canino mal parido, se me tiró encima y me arrancó la bombacha llevándoselo a la cucha ¡tiene una obsesión con la ropa interior este animal! Me asustó tanto que me atraganté con la saliva y empecé a toser sin parar. Dorita apareció detrás y me golpeaba la espalda repitiéndome que levantara los brazos, pero mi suegrita, con todos los pelos inflados, me miraba asustada y empezó insinuar que me había agarrado el virus. Dorita compró su versión. Conclusión; se armó un revuelo, mi suegra pedía a los gritos que su hija le traiga alcohol en gel, mi señora me repetía,” anda al galpón a aislarte a ver si contagiás” y mientras corría a buscar el frasco, a mí se me desprendió del bolsillo la bombacha negra con dirección al piso. Clotilde miro fijo la ropa interior y con asombro dijo ¿esa es mi bombacha? Atiné a negarlo pero ella retrucó ¿Qué hace usted con mi bombacha? levantó la mirada hacia mis ojos ya achinados , mientras me repetía la misma frase, mordiéndose los labios y cambiando el tono de voz me dijo…¡Para que la quiere!, ¿No será usted el de las brujerías? Dorita presurosa vino con el gel en la mano y en la otra un rociador, vio nuestras miradas, preguntó qué estaba pasando y yo no sabía a quién de las dos contestarle primero, no tuve la mejor idea que toser bruscamente.
Obligado por ambas mujeres, me aislaron en el galpón a la espera de que me vengan a hisopar, no me animo a contradecirlas, estoy bien, no me falta nada, me alcanzan la comida y suerte que tengo el bañito del fondo, pero más suerte tuve porque pude recuperar un viejo calzoncillo que lo tenia de trapo, lo terminé de zurcir y quedó impecable.
Estoy un poco preocupado por si mi suegra habla con Dorita e insiste con la supuesta brujería, pero mi mayor preocupación ahora es que acabo de lavar mi calzoncillo nuevo y me prohibieron que pise la terraza. Dorita me dijo que cuelgue la ropa en la ventana de costado del galpón, ya que el sol entra a pleno, pero justo, justo… es donde el ovejero alemán no deja de asomarse y mirar.