DIEGO EL MAGO DEL PUEBLO Por Elmer Van Hesse
Escrito por Jorge Cabrera el 5 diciembre, 2020
Por Elmer Van Hesse
La tierra se oscureció. El Universo concentró toda su luz en un rayo que iluminaba la llegada de Diego de vuelta a su hogar. En Argentina eran las 4 horas del 25 de noviembre del 2020.
-Elmer -me dijo alguien en mi interior- vos que volviste una vez de la muerte, sos el más adecuado para organizar la llegada de Maradona al cielo.
El mensaje me encontró en el altar popular alzado en vereda de la Bombonera, contiguo a la entrada principal de Brandsen 805.
Tenía el alma en la piel.
Me sequé las lágrimas que brotaban de todo mi cuerpo y me transporté al más allá.
Por mi condición única, no es la primera vez que me ha tocado estar en la despedida y organizar la bienvenida de algún mago. Pero Maradona es parole maggiore. Lázaro Costa no tiene sucursales en el cielo, así que buscar asesoramiento se hacía complicado.
-Tranquilo -escuché- juntos hemos montado muchos escenarios para la televisión.
Contáis conmigo.
Era el gallego Narciso Ibáñez Menta.
-La clave depende de elegir bien la composición del comité de recepción, el resto fluye.
Debes definir el perfil. Lo importante son las características en común con el recién
llegado -me dijo.
-Gracias Maestro, ahora me queda claro. Evidentemente esto es solo para
transgresores – le contesté.
Preparé todo. Convoqué a pocos pero buenos, todos magos, todos únicos, todos
comprometidos. Ya no había vuelta atrás. Había llegado la hora.
En la entrada lo esperaba Muhammad Ali.
-Negro, cuando te vi en la entrada pensé ¨sonamos, me mandaron al descenso¨ -fueron las primeras palabras de Diego-. Si me pones una mano me hundís, ¡pesas cien kilos más que yo y medís treinta centímetros más!
-A vos te cortaron las piernas, a mí me cortaron los brazos. Sos mi hermano -dijo Ali-. La genialidad y la transgresión no le caen bien a los poderosos y más aún cuando no las pueden silenciar con dinero -agregó.
Ali, Cassius Marcellus Clay, fue descalificado e impedido de boxear por tres años y medio por negarse a participar en la guerra de Vietnam y por sus denuncias sobre discriminación. Un carácter indómito y una mente brillante como Diego, capaces de elaborar frases memorables que daban la vuelta al mundo.
¨Un hombre que a los 50 años ve el mundo igual que a los 20, perdió 30 años de su vida ¨, fue una de las típicas salidas de Ali cuando le preguntaron por qué había cambiado las ideas de su juventud.
-No llegué a verte, pero mi papá, Don Diego, hablaba siempre de vos. En el almacén de la Villa, donde la Tota me mandaba a hacer las compras, había un poster de un negro siempre sonriente. Eras vos.
-Fui el Elvis del boxeo -le dijo-, el Tarzan del boxeo, el Superman del boxeo, el Drácula del boxeo. El gran mito del boxeo. Puedo entender como nadie por lo que pasaste. Vos fuiste lo mismo que yo pero en el fútbol, el deporte más popular del mundo.
-Me encanta compartir estas experiencias con alguien que también las vivió. El cariño de la gente es lo más, pero a veces pedís a gritos un lugar donde esconderte –dijo Diego.
-No solo eso. La opinión pública es injusta. Cuando tenés razón nadie te recuerda, cuando te equivocas nadie te olvida -agregó Ali.
La empatía entre los ídolos había sido total. En eso llegó Astor Piazzolla, un transgresor del tango. Su entrada fue acompañada por una música celestial, la voz terrenal de Amelita y una letra que invadió el Universo:
Ya sé que estoy pianta’o, pianta’o, pianta’o
¡Loco, loco, loco!
Como un acróbata demente, saltaré hasta sentir
Que enloquecí tu corazón de libertad
¡Ya vas a ver!
Yo pensé, el que a esta altura no está llorando, mejor que borre el teléfono del cardiólogo. No tiene corazón.
Sin introducción, John Lennon se presentó con su guitarra al hombro, vestido con una túnica blanca, anteojos redonditos de alambre y pelo casi hasta la cintura. Desde su llegada al cielo, forzada por un fanático religioso, se mostraba relajado, contemplativo y solitario. Me sorprendió el entusiasmo que mostró ante mi convocatoria.
-La invitación de Elmer me dio una gran alegría -dijo-. Tenía mucha curiosidad por conocer al único ser humano, además de nosotros, que logró ser más famoso que el Papa.
-Ídolo -gritó Diego- ¡qué emoción poder verte fuera de la tapa de un disco! Aunque el inglés no es mi fuerte, me sabía de memoria la letra de muchas de las canciones de los Beatles. Obvio, no entendía un joraca, pero a quién le importa.
Todos ser rieron.
-Tenemos algo más en común -agregó John-, nosotros también fuimos transgresores. Ahora se recuerdan las músicas y las letras como algo tradicional, pero en su momento sacudieron el statu quo. El pelo largo, la vestimenta, las declaraciones les resultaban insoportables a los dinosaurios del mundo, enemigos de cualquier cambio. Debimos cancelar, para siempre, los shows en vivo por amenazas de muerte del Ku Klux Klan y de grupos extremistas religiosos.
-Antes de que me olvide, George, como siempre muy colgado, te manda decir que si no llega ahora, ya van a tener oportunidad de conocerse a fondo -agregó.
Cuando todos alucinábamos con el diálogo entre John y Diego, interrumpe una voz, familiar, angelical, porteña y cadenciosa.
-Juan, Juan.
Yo no lograba entender de qué se trataba: Piazzolla se llama Astor, ni hablar de Ali.
De reojo, pude ver unas polainas bien lustradas, una melena engominada, un clavel en el ojal y un mate recién cebado. ¡Quién sino el Zorzal, el Mudo! Mary, Peggy, Betty, Julie, ¨Rubias de New York¨ no habían sido incentivo suficiente para ablandar su lengua en el idioma Inglés.
Juan era por John Lennon.
-Muchachos -dijo Gardel- cuando escuché esta tenida no me quise quedar afuera.
-¿Cómo hago para traerlos a Don Diego y a la Tota? -preguntó Diego emocionado-. Con la pasión que sentían por Gardel no puedo dejar de avisarles.
-No se preocupe m`hijo. Acá, los relojes no tienen segundero, ni dirección fija. A veces van p’a adelante, a veces p’a atrás. Vamos a decirle a Elmer que organice un convite, yo pongo las ensaimadas -dijo.
-Hecho -les dije, haciéndome cargo de organizar la reunión.
-Solo me acerqué p’a decirle – continuó el Zorzal- que no se haga mala sangre por la agachada de Los Pumas.
-Me contaron y me quedé sorprendido y un poco triste. Yo siempre los alenté – dijo Diego.
-Algunos rififi son así, m’hijo. A mí me atacaban de jugador, mujeriego y arrabalero.
– ¿Y Usted que les decía?
– Andá cántale a Gardel -contestó el Zorzal- y se despidió con una sonrisa cómplice.
Todo el mundo se rio.
Embriagado por la energía de tantos grandes magos juntos, casi me olvido de la partitura.
Alguien me estaba quedando afuera. Inconscientemente mencioné partitura.
Obvio, los magos son así. El que faltaba era el eterno joven Wolfgang Amadeus.
Zurdo, al igual que Beethoven. Mujeriego, transgresor y con gran sentido del humor,
era número puesto para el convite. Wolfgang a la hora de titular era más filoso que
Diego con sus frases: Leck mich im Arsch (‘Lámeme el culo’), KV 231/382c, Leck mir
den Arsch fein recht schön sauber (‘Lámeme el culo hasta dejarlo limpio’), KV
233/382d.
-Gracias por la invitación. Es muy divertido participar de la llegada de alguien como
Diego – dijo Mozart-. Los siglos y las habilidades nos separaron, pero la magia y el
desprecio por el statu quo nos unen. A mí me perdonaron todo porque fui músico. Si
hubiera sido jugador de fútbol, en vez de recordarme por ¨Magic Flute¨ me recordarían
por ‘Lámeme el culo’.
-Esa sí que no la conocía -espetó Piazzolla- , profundo conocedor de las obras
clásicas.
-También compartimos con Diego haber atrapado la atención de los ingleses con
nuestras frases -agregó Amadeus-. La entonces primera ministra Margaret Thatcher,
ruborizada, intentó que se les cambiara el nombre de estas obras cuando se ejecutaron
en Londres.
Twist and Shout, dirían los Beatles. Un monstruo, ¡por algo es Mozart!
– A este hay que presentárselo a Coppola cuando aparezca por acá -dijo Diego-. Yo que
pensaba que todos los músicos clásicos eran unos dinosaurios.
El zorro pierde el pelo pero no las mañas.
-Yo también zafé porque en mi época las noticias viajaban a caballo, ni se había
inventado la bicicleta – agregó Wolfgang, ya dominador del escenario.
Como en la magia de sus sinfonías, de repente pasó de la fanfarria a la profundidad.
-La bendición o el castigo de ser un mago te expone tanto a la luz de los arcángeles
como al abismo de Lucifer. Los cuerpos de las personas se vuelven transparentes.
Podés ver el fondo oscuro que se esconde detrás de rostros de aspecto inocente y
angelical. El estómago se te retuerce y la cabeza te explota. Nada es lo que parece –
dijo con una mirada eterna.
-Desde la Tierra de la Fantasía se sumó Walt Disney- con Elmer tenemos algo en
común: él volvió de la muerte yo no sé si lograré tanto, pero por las dudas dejé mi
cuerpo en un freezer.
-Diego -dijo Disney- tu talento para comunicar fue tan grande como tu magia con la
pelota. No conozco otro deportista en el mundo que haya instalado frases como ¨La
mano de Dios¨ o ¨La pelota no se mancha¨, ni que haya penetrado tan profundamente
en el alma de cientos de millones. Los Beatles lo hicieron con la música, vos con una
pelota.
La recepción fusionó alegría con magia y espiritualidad. Faltaba el mensaje profundo
de San Pedro , que reciben todas y cada una de las almas que llegan, desde las más
ignotas hasta las más encumbradas.
-Bienvenido Diego, sos un alma genuina.
Todos estábamos muy emocionados, pero Diego no paraba de llorar y llorar.
-Pusimos el mundo a tus pies y vos elegiste cargártelo sobre tus hombros aunque eso
comprometió tu bienestar y tu vida -continuó San Pedro.
Volverse el alma de un país que ha perdido el alma, es demasiada carga para cualquier
ser humano.
Podrás ver el camino que te permitirá aprender de los errores cometidos.
A medida que tu alma sea más sabia se ira acercando más y más a la luz.
Acá sos Diego, tendrás paz.
Serás el dueño de tu vida privada, Maradona ya quedó en la historia.
-Quiero decir algo -balbuceó Diego entre sollozos- Yo nací en el barro, de golpe me
encontré montado en una estrella pero también al borde de un abismo. Y muchas
veces caí. Y me equivoqué. Pero siempre luché, nunca me entregué. No me vendí, ni
resigné mis convicciones. Siempre escuché mi intuición. A veces gané, otras perdí.
-Diego, descansa en paz -le dije, mientras abrazaba su alma. Gracias mago.
P.D. Preparate, en la próxima reunión vamos a hablar de La Mano de Dios, pensé, pero
no se lo quise contar.
Elmer Van Hess (Narciso Ibañez Menta), personaje de la serie llamada “El hombre que
volvió de la muerte”. Su cuerpo es comprado por un científico quien logra devolverlo a
vida mediante el reemplazo de sus órganos por unos artificiales. Lo convierte así en una
especie de súper humano, que ha vivido y experimentado el más allá y ahora queda
destinado a vivir muchísimo más que cualquier mortal. Entre los cambios que le han
hecho, han aumentado también su inteligencia, su sensibilidad, su intuición y su
comprensión de la naturaleza humana.
(Continuará)