Las que participan en el trueque son en gran mayoría madres. Intercambian objetos -comida por útiles escolares, por ejemplo-, o bien venden productos de segunda mano por una muy pequeña suma de dinero.
“Un sábado, que es cuando hay mucha gente, son unas 300 personas. Tenemos a muchos que vienen por primera vez. Yo le digo siempre al equipo que le pongan más atención al nuevo, porque viene desorientado, asustado y a veces no sabe ni qué hacer. Así que tratamos de guiarlos”, señala Monachón.
Silvina forma parte de las nuevas integrantes del club de trueque de Lanús. Para esta mujer casada, madre de dos niños, la situación se ha vuelto muy difícil.
“Yo tengo tres días de trabajo nada más. Él trabaja independiente con su oficio, pero no es trabajo declarado”, indica refiriéndose a su pareja. “La mayor parte de nuestros ingresos es para pagar los impuestos de la casa: luz, gas, el agua…El resto es para la comida; el precio de los alimentos está altísimo. Esto para mí es una ayuda muy importante”, recalca.
Silvina, que hizo un viaje de 15 kilómetros para llegar aquí, comienza a buscar a la mujer con la que había quedado vía Facebook para hacer un intercambio.
“Vendí una camperita de niño por 50 pesos”, cuenta. Cincuenta pesos, es decir, menos de un euro. Pero Silvina está aliviada, ello le permitirá comprar un litro de leche a sus hijos. Algunos metros más lejos está Adriana, una mujer que suele recorrer los clubes de trueque de la zona. “Hace poco estaba haciendo milanesas de berenjena. Desde diciembre del año pasado que descubrí que habían empezado de nuevo los trueques y empecé a asistir”, dice.
Si Adriana dice “de nuevo”, no es por azar. Esta mujer de unos cuarenta años recuerda bien la crisis anterior que golpeó al país en 2001. En ese momento, brotaban también clubes de trueque. Hoy, su reaparición revive un fuerte trauma para muchos argentinos.
Por RFI.