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MÁRTIR | Marisol

Escrito por el 29 septiembre, 2020

MÁRTIR


Por Marisol

Pablo nació en el peor contexto que un país pueda atravesar, en pleno golpe de Estado cívico–militar. Emitió sus primeros llantos en un clima de muertes, ausencias sistemáticas y mientras se llevaba a cabo una ingeniería del horror.

Su madre solía contar que desde pequeño odiaba la soledad, le aterraba la idea de estar en la casa solo, así sea que hayan ido un minuto a la esquina a comprar al kiosco. Eran tantas las pataletas que armaba (no sólo bramaba sino que rompía todo a su paso, como un huracán)  que ya ni intentaban convencerlo. A excepción de una vez, en donde supieron darle otra vuelta de tuerca. Las contadas veces que sus padres salían tenían que, a su retorno, traerle algo de regalo. No cualquier “algo” sino un juguete que él deseara. Y así se preparaba, buscando qué trasto pedir, el más caro, el imposible para que no puedan irse.

Hoy me acordé de él porque en una consulta un paciente presentaba sus mismas alteraciones. Decía ser un cantante famoso, hablaba en un inglés cerrado, actuaba como si su identidad fuera realmente la de Dave Gahan. Luego de la sesión no pude dejar de pensar en mi infancia, en el tipo raro que, para mí, era el hermano de mi amiga.

Entre muchas de sus devociones artísticas, Pablo era fan de la banda inglesa Depeche Mode. Cada vez que su cantante cambiaba de look, él lo imitaba. También copiaba los mismos pasos, aunque su intención quedaba sólo en la misma locura. El amigo de mi amiga podía pasar de tener el pelo largo hasta tenerlo corto, color rubio oxigenado.

Algunos discursos, que no son los de la psiquiatría, dicen que los ojos representan lo que tenemos por dentro. Su mirada, con esas pestañas gigantes como un camello, irradiaba felicidad pero al rato podía estar apagada. Siempre me hizo acordar al personaje de la heroína Jean Grey y su transformación maligna en Phoenix. Una dualidad desesperante, era capaz de gritar de emoción y al minuto llorar sin límites. Para al ratito desatar una furia imparable.

Recuerdo que con su hermana siempre le chusmeábamos sus discos. Y descubrimos a Depeche y desde mi pequeño punto de vista lo vertiginoso del tema “Martyr” era sinónimo de Pablo. Una letra triste pero con un Dave y una interpretación desenfadada que agredía cualquier melancolía.

En mi casa busco esa canción y pienso que no me equivoqué, es tan Pablo…

Desde el día en que nací
He sido movido como un peón
Por el más grandioso de los poderes
Sabía que tendría que sufrir en vano
Fui consciente de que nunca superaría el dolor

Y en mi lugar psíquico más hondo, ese que tanto remuevo en las personas, quiero encontrar por qué siempre Dave Gahan se parece tanto a esos otros. Tanto a Pablo. O por qué yo lo cruzo con personas que conocí. El vocalista de Depeche luce desenfrenado y como si ningún reloj lo corriera. Luce irreverente y se divierte con sensualidad. Y se ve tan intenso que las pasiones más oscuras las goza. En ese crossover Pablo es tan Dave.

En Pablo todo era excentricidad y desmesura. Muchas veces albergaba una sensación de grandiosidad, como si el mundo le perteneciera, y otras, asustado, no quería salir de su habitación por miedo a que lo vieran. Mi memoria se vacía como una bolsa con agua, y mientras suena “Martyr”, más recompongo su presencia. Raro era no escuchar esos gritos de euforia y agonía por su casa. Sus conciertos (de gritos e improperios) desde temprano que hacían enojar a su madre. La preocupación de su familia porque desaparecía por días y que luego un patrullero lo traiga porque no tenía dinero para volverse de un concierto en La Plata. Los vecinos aún siguen contando esa anécdota que se vino caminando desde allí  pero que a mitad de camino, a lo Rambo, lo paró la policía y le preguntó adónde se dirigía.

Su inestabilidad emocional era infinita. Por cada amor un tatuaje, así hubiese durado poquitas horas. Marcas legibles de nombres en su cuerpo. O las veces que se fue a vivir con alguien y a la noche o como mucho al día siguiente volvía porque no daba para más.

A mí esos trastornos me llamaban la atención, me encandilaba ver lo tierno de sus actos y lo aterrador que podía ser. Cuando olemos un perfume podemos decir “ah este es el perfume de” o “uhh esto me hace acordar a”. Y por más que la memoria se agriete, el olfato no falla. Pablo efluía música y su aliento consistía en cigarrillos y alcohol. Ahora que miro en el video a Dave me pregunto lo mismo, la pantalla no sabe traspasar olores. ¿Pero será así como huele su boca? ¿A puchos y alcohol?

Cuando Pablo se convirtió más en Phoenix que en Jean y su conexión a la realidad disminuía, sus idas y venidas a los centros psiquiátricos eran dignas de otros capítulos. Tuvo infinitas escapadas, de película, desde tomarse un micro de larga distancia a cualquier lugar hasta esconderse en su propia casa sin ser visto, trepando por las paredes de noche y ocultarse, según sus dichos, de los nazis, en la terraza por días.

En el año 2013 pude alquilar lo que sería mi primer consultorio. Entre tantas cajas de papeles, fotos y algún adorno, me topé inexplicablemente con unas carpetitas de cartas. Muchas estaban escritas en mi infancia-adolescencia. Y ahí la vi. La única que era para Pablo. Todavía me acuerdo dónde la escribí, a qué hora, los aromas. Era verano. Estaba sentada en la cama marinera de abajo y mi amiga se recostaba en la de arriba mirando “Baywatch”, que transmitían a la tarde por Canal 13. Como había mucho silencio, mi amiga asomó sigilosamente la cabeza y vio mi redacción. Con el primer sonido de su boca, quedé absorta. Con lo que dijo, grogui. “Ni se te ocurra darle esa carta; como es, se va a reír en tu cara. Sos muy pendeja para él”. Hasta evoco el aroma a tostadas que su mamá preparaba para nuestra merienda que viene adjunto a la frase.

Una noche de ese 2013, tal vez por el calor, tal vez por los presentimientos, me enteré de su muerte. Qué palabra que aún me hace temer, a pesar de trabajar al filo con ella, y convencer a mis pacientes que la vida siempre le ganará la contienda a lo malo. Y qué duro es saber que quién quisiste, a la manera que fuese, se fue. Y que decidió irse. Es un lugar común decir que mi dolor fue grande. Que lloré angustias viejas y renovadas. Que una partecita muy chiquita de mí también feneció con él. También puedo decir que esa noche destapé varios tubos de vino y fumé mi padecimiento. Creo que me acordé de una parte de la ciudad de El Cairo donde las personas conviven con los muertos. O entre los muertos. Parece chocante ver entre tumbas las acciones diarias. ¿Acaso no lo hacemos?  Evadí esa respuesta y puse el tema “Martyr” al taco y canté casi aullando, con un hilo de voz despedazado:

He sido un mártir por amor
Torturado a cada hora
Desde el día en que nací.

En un libro que leí pero seguramente olvidé el resto, me acuerdo como desde el olfato, irrenunciable, palabras más o menos, que los que no pueden más agarran sus cositas y se toman un micro de larga distancia.

**FORMA PARTE DEL LIBRO DE RELATOS “FICCIONARIAS 1: SOBRE DEVOTIONAL TOUR DEPECHE MODE”.

Marisol

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