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María Kodama ha partido por Magdalena Faillace

Escrito por el 27 marzo, 2023

Conocí a María Kodama allá por los ´90, cuando ella se había convertido ya en la responsable del legado literario borgeano en la Argentina y en el mundo. Una inteligencia aguda, un espíritu infatigable dedicado a la difusión del mayor de los escritores argentinos, considerado hace mucho uno de los cinco mayores escritores del siglo XX a nivel mundial.

A lo largo de la última década, tuve también el privilegio de contarla en las delegaciones de escritores que la Cancillería invitaba a las Ferias del Libro de Frankfurt y Guadalajara o del Salón del Libro de París, siempre rodeada y aclamada por un público que no solo disfrutaba de sus anécdotas con Borges, sino de la vocación con que transmitía la narrativa del autor, que hace mucho goza de centralidad en el mundo, como cuentista y poeta esencial.

En relación con quienes la han detractado –con esa debilidad de muchos argentinos por denostar a quienes no conocen – como alguien que “usó” su condición de viuda de Borges (y aclaro que Kodama odiaba ser identificada como “viuda” de Borges, señalando que ella había sido y era su compañera) para posicionarse en el mundo, señalo que esa actitud me pareció siempre muy injusta.

Bastaba constatar cómo se iluminaba su expresión cuando contaba anécdotas de su complicidad con Borges y sus viajes con él. Entonces, se mostraba como una intelectual aguda, una mujer que se abstenía de ideologizar los temas, una persona que elegía sugerir antes que aseverar, tan discreta en sus silencios como firme en sus opiniones sobre la realidad. Siempre enamorada.

La vi por última vez en el brindis de fin de año de Radio Cultura, locuaz y animada, como alguien que no conoció el deterioro ni perdió la chispa habitual que la caracterizaba en el diálogo.

A lo largo de muchos años nos convocó a quienes disfrutamos de su afecto al cumpleaños de Borges, el 24 de agosto, que celebraba rigurosamente en la sede de la Fundación internacional que ella había creado y que presidía. Una reunión de amigos en la que apagaba cada año las velitas, y que seguramente este año vamos a extrañar.

Éramos vecinas y nos cruzábamos a menudo por la calle…ella con su paso ágil, juvenil para su edad. También la encontraba a menudo en algún café del barrio, corrigiendo laboriosamente las tesis doctorales que le remitían de universidades de todo el planeta; una tarea a la que se dedicaba con profesionalismo y placer.

María Kodama partió …Y me gusta imaginarla en algún huerto celestial, reuniéndose con su amado Borges, con quien se habían tratado siempre de “usted”, en una complicidad que, al evocarlo, la iluminaba por dentro y por fuera.

Magdalena Faillace

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