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LA GOTERA | Etel Carpi

Escrito por el 17 julio, 2020

LA GOTERA


Por Etel Carpi

Un repiqueteo de golpes aislados primero, continuos después, la sobresalta. Aturdida aún por el repentino despertar busca la pequeña linterna de la mesa de luz y alumbra el reloj: las 2.25 de la madrugada. Sabe que esa noche tenía que llover, la primavera venía con lluvias frecuentes después de la larga sequía invernal. El ritmo de su corazón se acelera al compás del ruido de los grandes granizos que al caer sacan notas disonantes de las grises chapas del techo.

En los últimos tiempos, cada lluvia, por más insignificante que fuese la altera sobremanera. Más precisamente desde el verano… cuando apareció la primera gotera. Su reacción entonces fue de asombro. Es un techo casi nuevo de una construcción de 15 años. Pero ahora se apodera de ella el terror cuando empieza el goteo. La lluvia la fastidia y se cubre los oídos para no escuchar.

“Después del décimo arreglo tendría que desaparecer” –piensa. Sin embargo tiene muy poca fe por los tantos fracasos anteriores. Sabe que el hombre que durante 30 años atendió sus techos estaba totalmente desorientado por primera vez en tanto tiempo, cuando ella le dijo una y otra vez que la gotera persistía.

Se queda inmóvil en la cama, a esperar, como al acecho… la piedra pasa y sobreviene la calma… algo de viento y luego… se desata la lluvia. No quiere mirar, no quiere escuchar… ahí, en el marco de la puerta de su cuarto está el problema… y más allá… en el pasillo que da al baño también. Como si un monstruo invisible se fuese desplazando a través del tiempo desde el lugar fijo donde empezó a gotear la primera vez, hacia distintos espacios apoderándose poco a poco de casi todo su territorio con un contrapunto de goteos cuya melodía fantasmal la invita a mudarse de lugar, a soñar con volver a la casa de su niñez donde fue tan feliz y siempre regresaba en vida de su madre atraída por el aroma sutil del jazminero en flor. La lluvia en esa casa de su niñez sonaba a poesía porque ese sonido sobre el techo y entre las hojas de las plantas era un susurro de paz para su espíritu.

Tantas otras veces se aisló en su taller de arte ,“su refugio de paz”, desde donde nada podía escuchar, donde se sentía segura, donde nada le podía pasar… al menos no cuando llovía y en la entrada de su cuarto se activaban los sonidos espeluznantes de las goteras donde un duende maléfico entonaba un himno fantasmal. Ahora son las 2.25 de la madrugada y ella no quiere abandonar el cuarto que cobijó sus sueños durante 14 años de soledad.

Al rato de cesar la lluvia, el sonido familiar de la primera gota resuena en el silencio. Ella se acurruca más y más entre las mantas de la cama y se niega a escuchar.
Toma el celular y activa la grabación “1” con su propia voz reproduciendo el ejercicio de meditación de Brian Weiss. Poco a poco se relajan sus músculos y sin darse cuenta el repiqueteo continuo la adormece y en ese estado de sopor le parece escuchar que la lluvia vuelve a caer y sus campanas repican alegres sobre el techo, la vereda, la calle… y hasta en las paredes de su alma.

La última imagen que se dibuja en su mente antes de la fuga es que un diluvio de gotas la empuja con un peso descomunal, hundiéndola en un agujero negro, húmedo, sin fondo; emprendiendo un viaje sin retorno por las entrañas de la Tierra, atravesándola, hasta dar en el vacío cósmico seco, silente, incoloro e infinito, convertida en una deslumbrante gota de luz navegando en un océano sin agua.

Etel Carpi

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