Una crisis que se agrava
Dos meses después de la dimisión del primer ministro Saad Hariri, y cuatro semanas después del nombramiento de su sucesor, Hasan Diab, todavía no hay gobierno, y los líderes no dan a la población ninguna explicación convincente de la demora. Los medios de comunicación hablan de disputas sobre la distribución de las carteras entre los partidos que apoyaron al nuevo premier, que se supone son todos aliados.
Sin embargo, el Líbano no tiene mucho tiempo para decidirse. Cada día que pasa trae su cuota de malas noticias: despidos masivos, aumento de los precios, caída del valor de la libra libanesa, escasez de liquidez en los bancos…
Inacción social y seguridad
La inercia de los líderes ha amplificado la ira de los manifestantes, y algunos se vuelven claramente más radicales en términos de discurso, pero también de acciones. Las autoridades se limitan a dar una respuesta de seguridad, intensificando la represión, y no ofrecen ninguna perspectiva política o social.
Para Hani Fayad, que manifiesta todas las noches desde el comienzo de la revuelta, la creciente angustia económica atrae a libaneses que viven lejos de la capital: «La necesidad económica de los libaneses es algo nuevo en comparación con los anteriores acontecimientos de 2011, 2015 y principios de 2019. Lo que pasa es que ahora son los libaneses de la periferia los que vienen. Esta necesidad económica es mucho más feroz en las zonas remotas de Beirut. Y estos libaneses que vienen de la periferia libanesa son más feroces que los libaneses que viven en las grandes ciudades».
«No se puede ganar por agotamiento a estómagos vacíos»
«Los gobiernos libaneses siempre han usado la postergación. Esta vez, sin embargo, el aplazamiento de los problemas no puede funcionar porque no se puede ganar por agotamiento a estómagos vacíos. La gente tiene hambre. No podemos decirles: lo veremos en dos, tres, cuatro meses. Es un problema que se ha vuelto esencial. En la vida cotidiana, la gente ya no tiene los medios para viajar o para alimentarse, o peor aún, para pagar la escolarización de sus hijos», confirma Youssef Mouawad, especialista del Líbano.
«La clase media se ha empobrecido, las clases económicamente débiles están realmente en la indigencia total. No podemos tener una ‘revolución de terciopelo’ en Beirut. Habrá una confrontación y, en mi opinión, el Estado libanés quiere una confrontación. El Estado libanés busca un pretexto para golpear a los jóvenes. Esto no es Siria. No vamos a disparar en el montón. Pero al Estado libanés no le gusta tener delante a gente que proclama que está a favor de una revolución suave «, prosigue el analista.
Incluso en el ámbito de la seguridad, no faltan las diferencias entre los líderes. El primer ministro dimisionario, Saad Hariri, que dirige los asuntos ordinarios, rechazó la convocación del Consejo Supremo de Defensa para debatir los últimos acontecimientos. El presidente Michel Aoun se contentará, pues, con reunir a los jefes del ejército y los servicios de seguridad en una reunión común.