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ES MI FUTURO | Claudio Manuel Otero

Escrito por el 29 julio, 2020

ES MI FUTURO


Por Claudio Manuel Otero

-Amor, ¿quién sacó el cuadro de san Cayetano del comedor?
-Fue Luisito, parece que se hizo ateo – Josefa le contesta a su marido desde la cocina hacia el comedor.
– ¡Que lo parió! ¿Dónde lo habrá puesto el cuadro?
-Quédate tranquilo, ya lo resolví, lo puse en nuestra pieza, hace un ratito, por eso no lo vistes -Dice Josefa
– Lo que nos faltaba, este pibe hace y deshace lo que quiere en esta casa si me descuido cuando duermo me arranca la cadenita con la cruz- dice murmurando – ¿Ya está la comida?­-
Ernesto espera con ansiedad la cena sentado en su silla, después de haber trabajado muy duro en el puerto.
-Ya va Ernesto, esperemos a Luisito, para comer- dice Josefa y se acerca al comedor a terminar de armar la mesa.
-Me tiene podrido, siempre viene tarde. Si lo esperamos vamos a comer a las doce de la noche ¡qué mal lo criamos, no parece hijo nuestro! -Bueno Ernesto, Tenele  paciencia. ¡Ahí vino!

Aparece Luisito y se sienta a la mesa quedando pensativo. Josefa va a la cocina en búsqueda de la cena.
-Hijito, te hice la comida que te gusta, tallarines con un rico estofado- dice la madre mientras le sirve.

Ernesto ni lo mira al hijo, primero llena su vaso de vino blanco por la mitad y lo completa con soda, luego se sirve en su plato abundante comida y empieza a comer desesperado, Luisito con el tenedor revuelve su plato y pega un grito:

– ¡Le pusiste ajo! Te dije que no le pongas más ajo- grita rechazándolo el plato.
– ¡Come carajo, no ves que estás flaco, pálido, puro dientes, pareces un finado! -­ protesta el padre.
– ¡Basta Ernesto!, no le grites a Luisito, ¿hijito, antes te gustaba el ajo­?
– ¡Pero ahora no me gusta!, entendés.
-Luisito ¿Qué te pasa? –  Su madre pregunta preocupada.
– ¿Qué le pasa? es fácil, no trabaja, no estudia, se va todas las noches con sus amigotes. Me vive chupando la sangre este inútil­ y encima es delicado para morfar y como si fuera poco se hizo ateo
– Ernesto pega un puñetazo en la mesa.
-Cálmate Ernesto, no lo trates mal, es joven…­- De repente corta su discurso, porque suena el teléfono de línea en el living.
-Voy atender, sigan comiendo y no se peleen más por favor.

Luisito mira hacia el living, donde su madre sigue hablando por teléfono, se apura a hablar con su padre, tose nerviosamente y le dice;
-Papá tengo una noticia para contarte; resolví mi futuro.
Ernesto comía apurado, ni lo miraba.
-Encontré, mi profesión ideal… vampiro…soy vampiro.
– ¡Qué! -El padre Deja de comer, lo mira asombrado, Luisito lo agarra del brazo, y le pide que no grite, para que no se entere la madre.
– ¿Me estás jodiendo pibe?
-No, me llevó tiempo, pero me decidí, estudié mucho el tema, son años aprendiendo y también investigando, descubrí que no solo los muertos pueden ser vampiros y además…                                                  – ¿Además qué?
-Pertenezco a una organización de vampiros unidos.
– Para, ¿Me estas tomado de boludo o estas fumando cosas raras?
-Esto no es joda papá, nos juntamos todas las noches, por eso vengo a la madrugada, es una movida muy fuerte, estamos adheridos a la organización mundial de vampiros línea innovadora.
Con la boca abierta y en la mano el tenedor lleno de fideos, Ernesto no sale de su asombro.
–Por eso me decidí e hice el curso vía internet y aprobé el examen internacional: el teórico con 7 y con 10 el práctico, estoy autorizado a…
– ¿Autorizado a qué? – lo increpa el padre.
-A no comer más, a vivir sin comer, entendés, solo agua y sangre, no necesito plata, ni trabajar ni estudiar, puedo salir a buscar donde quede derramado gotas de sangre, de algún hecho delictivo o algún accidente, dentro de los treinta minutos son comestibles, o ir a los centros de análisis clínicos, ahí tengo contactos, los conocí cuando hice las prácticas. Mi organismo funcionó excelente, por eso me pusieron un diez, solo tres de mi promoción logramos la mejor nota. Es un orgullo que lo comparto con la familia, ¡Ah! me olvidaba algo, tenemos muchas diferencias con los vampiros tradicionales, una es que la organización nos prohíbe terminantemente que desarrollemos los colmillos, es innecesario, la tecnología avanzó mucho, hoy conseguís los mejores chupadores de sangre con una altísima calidad, en las mismas morgues te lo venden, no son baratos, pero te duran una eternidad. Mi vida será plena de libertad y a la búsqueda de la inmortalidad. ¡No es genial!
– ¡Córtala carajo!, grita pegando un puñetazo sobre la mesa y se corta la mano con el cuchillo, Luisito lo mira fijo y se saborea.
– ¡Ni se te ocurra! -­ se tapa la herida con una rejilla, esta se tiñe de rojo y Luisito lo mira con arrobamiento.
-No entiendo nada, o tomé demasiado, o me estás jodiendo- dice el padre tapándose con otro repasador la herida.
-Sí, es verdad, es mi felicidad, es mi futuro. Siempre me dijiste que me ibas a bancar en cualquier proyecto.
-Pero, nunca me imaginé algo así.
-Antes que amanezca me voy, nos prohíben estar cerca de nuestros seres queridos por un tiempo, esta noche es la última que me quedo en casa, no me extrañen, estaré bien. Volveré pronto por mis cosas, ya le preparé una carta a mamá, va estar en la mesita de luz, tendrá que entenderme. Odio las despedidas, chau Papá.
Luisito se retira al cuarto, Ernesto queda con la mirada extraviada, Josefa viene del living y se sorprende viendo a Luisito que pasa apurado rumbo a su cuarto.
¿Qué eran esos gritos? – ve la mano de Ernesto envuelta en un trapo.
– ¿Le hiciste algo a Luisito, no le habrás pegado?, siempre el mismo, es el único hijo que tenemos y lo tratas mal, ya me sacaste las ganas de comer.
Corre detrás de su hijo, pero él le cierra la puerta en la cara. Ella le pide que le abra, pero él no la escucha. Josefa se va llorando a su cuarto, pasa delante de su marido y con mirada desafiante le grita;
– ¡Hoy dormís en el sillón, ni te asomes por el cuarto! – y se escucha el portazo, él llora de bronca y vuelve a golpear la mesa, volviendo abrir su herida.

Ernesto se quedó en su silla por horas, varias botellas de vino fueron vaciadas.  Antes del amanecer, infló el pecho, se levantó erguido, tropezó y volvió a enderezarse, con su mano vendada se arrancó del cuello la cadenita con la cruz de plata debajo de su remera. Agarró el palo de escoba, con su punta minuciosamente afilada por él y se dirigió lentamente hacia la pieza de Luisito.

Claudio Manuel Otero

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