Independientemente de la politización del tema, la muerte de Nisman sigue siendo un misterio, el dramático final de una historia con muchos interrogantes y pocas certezas, como lo demuestra un documental difundido en estos días por Netflix. Compuesto de seis capítulos de una hora de duración cada uno, es obra del realizador británico Justin Webster y se titula “El fiscal, la presidenta y el espía”. Este tercer personaje es Antonio “Jaime” Stiuso, hombre fuerte de los servicios secretos argentinos durante cuatro décadas y principal fuente de información de Nisman para su investigación sobre el atentado a la AMIA. Echado por Cristina Kirchner en diciembre 2014, Stiuso se decía amigo del fiscal pero pareció abandonarlo en sus últimos días.
Con testimonios e imágenes en parte inéditos, el documental repasa y contextualiza lo ocurrido entre ese 18 de julio de 1994 en que un coche bomba destruye la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), principal institución judía del país, dejando un saldo de 85 muertos y más de 300 heridos, y el 18 de enero de 2015 en que el fiscal Alberto Nisman, que había regresado precipitadamente de Europa para denunciar a la presidenta Cristina Kirchner y debía presentarse ante el Congreso al día siguiente, fue encontrado sin vida en el baño de su domicilio, con un balazo en la cabeza. El arma utilizada habría sido proporcionada por uno de sus colaboradores en la víspera de la muerte.
Bajo la sombra de Stiuso
Entre las imágenes más sorprendentes señalemos la filmación de la declaración de Stiuso en la primera parte del juicio AMIA: uniendo nombres desconocidos con flechas en una pizarra, el espía parece convencer sin muchas pruebas a la Corte y al propio Nisman de la responsabilidad de Irán y del Hezbolá libanés en el atentado. Y más adelante, podemos ver al fiscal retomar la acusación con las mismas palabras que el agente de los servicios. La influencia de Stiuso sobre Nisman, ¿hizo que éste privilegiara una pista, descartando otras? La hipótesis existió desde el primer momento, cuando se habló de una pista siria, que no hubiera convenido al gobierno de Carlos Menem; el documental la refuerza. Y si bien los sospechosos designados eran los máximos enemigos de Estados Unidos (y de Israel), en un testimonio de peso, James Nernazzani, agente especial del FBI que colaboró en la investigación, afirma que “siempre hubo un esfuerzo por desarrollar los hechos que llevaran a una conclusión establecida, en lugar de dejar que los hechos establecidos llevaran a una conclusión”.
¿Se podría decir lo mismo de la pericia de la Gendarmería que vino a refutar inesperadamente los peritajes inmediatamente posteriores a la muerte de Nisman? En realidad, se trató de una reconstitución realizada en la misma sede de la fuerza, cuya presentación en el documental por sus autores no es muy convincente. Y es destruida indirectamente por un especialista que analiza las fotos que muestran el cadáver del fiscal tal como fue encontrado (imágenes de la causa, también inéditas): la disposición de la sangre alrededor del cuerpo, que no fue removido después de la muerte, excluye la presencia de supuestos asesinos (dos, según los gendarmes) rodeando a Nisman. Agreguemos, como lo atestiguan otras fotos, que el cadáver bloqueaba la puerta del baño, impidiendo la eventual salida de terceros. Sin pronunciarse explícitamente al respecto, el minucioso trabajo de Justin Webster parecería confirmar que la hipótesis del suicidio es la más probable.
Si tal fuera el caso, ¿habría sido inducido? El documental no aporta datos en ese sentido pero retrata a un Nisman angustiado en sus últimas horas. Se lo nota preocupado en intercambios vía WhatsApp con Laura Alonso y Patricia Bullrich, dos espadas del macrismo, entonces en la oposición, que lo incitaron a ir al Congreso a presentar la denuncia contra Cristina Kirchner. Inicialmente, debía ser solo ante la Comisión de Legislación Penal, que preside Bullrich, y sin la presencia de medios de comunicación, por pedido expreso del fiscal. Pero el kirchnerismo, que afirma que la denuncia es inconsistente, pide participar, que se dé la máxima publicidad a la exposición, e incluso que ésta sea televisada. Paralelamente, Nisman intenta comunicarse con Stiuso, que no contesta sus llamados telefónicos. El espía, cuyo testimonio, también inédito, se reparte en los cinco capítulos del documental, dice que no lo atendió porque su celular estaba en contestador y no lo consultó. Sin darle mayor importancia, pese a lo que estaba viviendo un hombre de quien se declara amigo y se jacta de haber orientado en sus investigaciones.
Sí se puede comunicar el fiscal el sábado 17 de enero con uno de sus colaboradores, Diego Lagomarsino, a quien según éste le pide que le traiga un arma, la pistola de la que saldrá la bala que lo mató el domingo 18.
Un regreso precipitado y fatal
Cabe recordar aquí el origen de la acusación contra Cristina Kirchner: el memorándum de entendimiento firmado con Irán en enero del 2013, que establecía la creación de una Comisión internacional para ayudar en la investigación sobre el atentado y preveía que los acusados iraníes presten declaración ante el juez de la causa y el fiscal Nisman en Teherán. El gobierno argentino presentó el acuerdo como un intento de avanzar tras años de reclamar en vano que los sospechosos buscados por Interpol sean extraditados para ser juzgados en Buenos Aires. Votado por el Congreso (con mayoría kirchnerista), rechazado por la oposición del momento y por las instituciones judías, el memorándum nunca entró en vigencia. Pero siguieron las críticas, entre ellas las de Alberto Nisman.
Dos años después, el fiscal interrumpe bruscamente vacaciones familiares en Europa, supuestamente porque le habrían avisado que iba a ser desplazado de su cargo. Llega a Buenos Aires el lunes 12 de enero y pide a sus colaboradores terminar la redacción de una denuncia, que venía preparando secretamente, en la que acusa a la presidenta Kirchner, su canciller y otros funcionarios de haber firmado el memorándum con el fin de que se levanten las “alertas rojas” de Interpol que pesan sobre los acusados como parte de un acuerdo secreto con Irán. Para el fiscal, que presenta la denuncia ante la Justicia el miércoles 14, es “encubrimiento”, como lo explica en un programa televisivo el mismo día. Pero, además de que las alertas rojas nunca fueron levantadas, para muchos de los que leyeron el voluminoso documento, la acusación pareció de entrada poco consistente. A la misma contribuyó un informante llamado Allan Bogado, supuesto miembro de la Secretaría de Inteligencia, pero de cuyo vínculo con los servicios Nisman duda el sábado 17, cuando prepara su intervención ante el Congreso. Por otra parte, según varios testimonios, le habrían prometido más pruebas para reforzar la acusación, pruebas que no habría obtenido a esa fecha. Es en ese contexto, y con esos apremios, que intenta comunicarse sin éxito con Stiuso. ¿Fue abandonado Nisman en aquel momento por el espía que lo habría manipulado, primero con la investigación sobre el atentado, luego con la acusación contra la presidenta? Justin Webster no lo dice, pero algunos lo entenderán así.
Con ritmo de thriller y aportes originales (como el testimonio de Stiuso, tan extenso como ambiguo, a veces inquietante e incluso amenazante), el documental echa una mirada equilibrada, informada y honesta sobre el caso Nisman. Importante en un momento en que la Justicia argentina, siempre sensible a los cambios políticos, podría reactivar investigaciones que no avanzaron durante el macrismo, como la de las cuentas bancarias del fiscal en el exterior, y el Gobierno, como lo ha anticipado, intentar hacer revisar la supuesta prueba del homicidio. Justificadas o no, habrá novedades en los próximos meses: respecto de la investigación sobre la muerte de Nisman así como, sin duda, de la causa contra la hoy vicepresidenta Cristina Kirchner por encubrimiento.