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DETERMINACIÓN | Mónica Fornero

Escrito por el 30 julio, 2020

DETERMINACIÓN


Por Mónica Fornero

Repasó por última vez su plan. Iba llegando a la puerta verde, de chapa gruesa semejante a una caja fuerte, una manija negra, una mirilla pequeña, suficiente para ver al que la golpeara. No había timbre. Para entrar, solo un santo y seña.

Darío te abrió la puerta, y vos entraste. Entraste como chancho por tu casa. Las manos en los bolsillos de la campera inflable, grandes, lo suficiente para esconder cosas, sin despertar sospechas. Tu mano se cerró fuerte. Nadie lo notó.

“Haz el bien, sin mirar a quien. ¡Vaya frase! –pensaste. Esa noche que exhalaba estrellas y sucumbía a la humedad. Esa noche que los carteles lumínicos complotándose te acompañaban alumbrando las esquinas. El frío punzaba en las costillas como cuchillo queriéndose clavar en tu costado. Quizá el cuchillo se clavaría en su costado. La frase…, volviste a pensar en la frase. No podías deshacerte de ese pensamiento.

Gozabas de la confianza de Don Borgui, un mafioso, empresario venido a menos, con más años que la injusticia. “¡Qué dichos que tenía la vieja!”. Y tus ojos eran una cascada de recuerdos porfiados.

Darío salió. Vos sabías que te quedarías solo con ese hombre, que era un poco tu padre. Don Borgui sabía que se quedaba solo con ese hombre que era un poco su hijo.

La noche que exhalaba estrellas y sucumbía a la humedad, no sería testigo por más que se pegara a la ventana. Se hallaba cerrada. ¡Lo que nunca!

—Buenas noches, Ismael.

—Buenas noches. Gírese.

— ¿Para qué? ¿No estás preparado?

Don Borgui y su habano eran uno. Solo fumaba Partagas. El humo aspirado y expulsado dibujaba en el ambiente imágenes caprichosas, que se esfumaban al besar el techo.

Lo miraste, con asco, con ese asco que produce el vómito de un borracho. El hombre que te había criado. Pero el hombre que casi había esclavizado a tu madre.

—Ismael,  hacé lo que viniste  a hacer. No dilates las cosas.

Don Borgui, es perro viejo. No necesita que le expliques nada. Viniste a matarlo.

La noche exhala estrellas y sucumbe a la humedad. La noche que los carteles lumínicos se han complotado y te acompañan alumbrándote las esquinas. La noche no fue testigo aunque se pegó a la ventana.

Te imaginás los titulares de mañana “Asesinato de un empresario en el barrio Manantiales. Ya habrá tiempo para el remordimiento.

Salís, pero antes encendés un Partagas.

Mónica Fornero


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