Ballet Estable del Teatro Colón subirá a escena Giselle, y se verá por streaming
Escrito por Pablo De Vita el 4 octubre, 2024
(4 de Octubre de 2024, Buenos Aires) – El Ballet Estable del Teatro Colón subirá a escena Giselle, el clásico ballet romántico, con la supervisión artística de Élisabeth Platel. Bajo la dirección de Mario Galizzi, el Ballet Estable del Teatro Colón representará, a partir del martes 15 de octubre, Giselle. Esta versión cuenta con Coreografía de Gustavo Mollajoli -basada en las originales de Jean Coralli, Jules Perrot y Marius Petipa-, y dirección musical del maestro Javier Logioia Orbe al frente de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. La supervisión artística estuvo a cargo de Élisabeth Platel, directora de la Escuela de Ballet de la Ópera de París. Serán nueve funciones: los días martes 15 y 22 de octubre, miércoles 16 y 23, jueves 17, viernes 18 y 25 y sábado 19 de octubre a las 20h. El domingo 20 la función será a las 17h. Giselle será interpretada por la bailarina Camila Bocca en las funciones del 15,18, 22 y 25; Ayelén Sánchez los días 17 y 24; Rocío Agüero en las presentaciones del 16, 19 y 23 y Beatriz Boos el 20 de octubre. En el rol de Albrecht, Juan Pablo Ledo realizará las funciones del 15, 18, 22 y 25, Federico Fernández el 16, 19 y 23 y Gerardo Wyss bailará el 17, 20 y 24. Giselle es un Creación única del teatro de la danza del Romanticismo, la obra fue estrenada en 1841 en la Ópera de París convirtiéndose en pieza pura y fundamental de la danza clásica, tanto por el tratamiento de los ideales románticos como por el empleo de la más refinada técnica teatral del siglo XIX. El argentino Gustavo Mollajoli (1935-2019) revisó esa conocida versión y ofreció la suya propia con el Ballet Estable del Teatro Colón, del cual fue primer bailarín y director. Mollajoli restituyó los movimientos originales, los trazados de Petipa y realizó aportes contemporáneos, pero siempre respetuosos del estilo francés.
El martes 22 de octubre a las 20h, el Ballet Estable del Teatro Colón bajo la dirección de Mario Galizzi, representará Giselle que será transmitido por las redes oficiales del Teatro. Esta versión cuenta con Coreografía de Gustavo Mollajoli -basada en las originales de Jean Coralli, Jules Perrot y Marius Petipa-, y será transmitido por streaming a través de las redes oficiales del Teatro Colón. Podrá verse a través de www.teatrocolon.org.ar y las redes oficiales del teatro www.facebook.com/TeatroColonOficial, https://www.instagram.com/teatrocolon/ y www.youtube.com/teatrocolontv.
te invitamos a ver el programa de Giselle en este enlace: PROGRAMA DE MANO GISELLE

Giselle. foto: Arnaldo Colombaroli
Un icono romántico que atraviesa los tiempos
Por Laura Falcoff (del programa de mano del Teatro Colón)
El historiador del ballet Cyril W. Beaumont decía que el rol de Giselle significaba para una bailarina lo que el rol de Hamlet para un actor, porque las cambiantes y complejas emociones de estos personajes son un aspecto fundamental de las respectivas tramas. Así como Hamlet es una de las más imperecederas obras shakesperianas, Giselle lo es en el terreno del ballet académico. Nunca, desde la noche del debut en la Ópera de París el 28 de junio de 1841, dejó de ser llevada a escena, es cierto que con todos los cambios, supresiones y agregados que sufrió a lo largo del tiempo. Verdadero modelo del ballet romántico francés, Giselle fue un éxito resonante desde el momento mismo de su estreno. Mucho de este éxito se debe a su consonancia con el gusto de la época, inaugurado –en cuanto a danza escénica- nueve años antes con La Sylphide. Pero también, o quizás sobre todo, a la conjunción de personalidades que le dieron vida.
Comencemos por Théophile Gautier. El famoso crítico y poeta romántico había encontrado en la colección de ensayos De la Alemania, de Heinrich Heine, un motivo muy apropiado para el argumento de un ballet: una región brumosa, la luz de la luna y espíritus femeninos llamados wilis que bailan hasta la extenuación. Pero Gautier no tenía experiencia en escribir libretos y buscó la colaboración de Vernoy de Saint-Georges, un personaje extravagante, un auténtico sibarita pero también muy hábil libretista, con el que dio forma a la Giselle que conocemos: un primer acto que muestra la vida idealizada de una aldea rural y en ella a la joven Giselle, cuyo deseo inagotable de bailar es amenazado por su salud frágil. Y un segundo acto ubicado en un mundo sobrenatural; allí viven las wilis, espíritus de muchachas que murieron abandonadas por sus enamorados antes de la boda. A este mundo de seres vengativos llega Giselle, que ha enloquecido y muerto por la traición del duque Albrecht.
Fue el propio Gautier el que eligió a Carlotta Grisi como protagonista del ballet. La joven bailarina italiana ya había comenzado su ascendente carrera pero con este título triunfó decididamente en la Opera de París, que en aquel tiempo era la meta dorada de bailarines, maestros y coreógrafos de toda Europa. Carlotta tenía las virtudes exactas para ese papel: un virtuosismo asombroso, liviandad, sensibilidad y grandes aptitudes dramáticas. Así lo registran las crónicas de la época, incluso dejando de lado los comentarios exaltados de Gautier, que estuvo enamorado de Carlotta hasta el último día de su vida.

Giselle, foto: Máximo Parpagnoli
La formación de Carlota Grissi como una auténtica estrella se debió a Jules Perrot, su maestro, partenaire y amante durante ocho años. Perrot fue uno de los más brillantes y admirados bailarines del siglo XIX, incluso en un tiempo en el que los varones tenían escaso peso en las obras de ballet. Fue también un genial y prolífico coreógrafo y responsable de una gran parte de las danzas de Giselle, aunque por alguna razón, nunca totalmente dilucidada, su nombre no figuró ni en el programa ni en los afiches del debut parisino. Como único responsable de la coreografía aparecía el nombre de Jean Coralli, “maître de ballet” oficial de la Ópera y al que luego se atribuyó una parte de las escenas grupales del primer acto.
Adolphe Adam, autor de la música, fue un no menos prolífico compositor: a lo largo de una vida muy activa escribió 40 óperas, muchas de ellas en dos y tres actos, además de misas, ballets, cantatas y canciones. Sin embargo, poco y nada ha quedado de esta vasta producción salvo la partitura de Giselle, que quizás no pueda calificarse como “gran música” pero sin duda tiene bellas melodías y una cualidad indispensable: es muy apta para ser bailada. Otro aspecto valioso de esta partitura es el uso del leitmotiv, con el que Adam vinculó una determinada frase melódica a un personaje o situación. Por ejemplo, cada entrada del guardabosques Hilarión está asociada a una cita de la Quinta Sinfonía de Beethoven.
La lista de intérpretes de Giselle que siguieron casi inmediatamente a Carlotta Grisi es inmensa. Las más grandes bailarinas de los siglos XIX, XX y XXI jugaron el rol con sus propios matices y cada espectador tuvo y tendrá sus preferencias respecto de quién fue o quién es la mejor Giselle. Sobre algunas de ellas hay sin embargo absoluta coincidencia. Por ejemplo, sobre la gran prima ballerina italiana Carla Fracci. Gustavo Mollajoli, coreógrafo y director del Ballet Estable del Teatro Colón en dos oportunidades, recordaba a Fracci y a su Giselle en el Teatro de una manera muy linda: “Había visto a Carla en el American Ballet Theatre unos años antes y su Giselle era, y es hasta hoy, incomparable. Fue una decisión arriesgada de mi parte porque ella ya era grande y tenía problemas en los pies. Ocurrió algo fenomenal: en el ensayo general apenas marcaba los pasos y ni siquiera se cambiaba de ropa. Los bailarines del Colón murmuraban: ‘es que no puede subirse a las puntas, no puede bailar’. Cuando terminó el primer acto de la primera función noto que las bailarinas se habían quedado en el escenario. Las apuro: ‘tienen que cambiarse para el segundo acto’. Estaban abrazadas, llorando, emocionadas por la manera en que Carla había interpretado la escena de la locura con que cierra el primer acto. Era realmente única. El asistente que iba a buscarla para el comienzo del segundo acto se impresionaba al verla salir del camarín: ya era un espectro; no saludaba, no hablaba”.