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28 de diciembre

Escrito por el 28 diciembre, 2019

Maurice Ravel murió en París, el 28 de diciembre de 1937. La obra del compositor francés del siglo XX es frecuentemente vinculada al impresionismo, junto con su antiguo contemporáneo Claude Debussy, aunque ambos compositores rechazaron el término. Ravel muestra además un audaz estilo neoclásico y, a veces, rasgos del expresionismo, fruto de una compleja herencia y de hallazgos musicales que revolucionaron la música para piano y para orquesta.

Reconocido como maestro de la orquestación y por ser un meticuloso artesano, cultivando la perfección formal sin dejar de ser al mismo tiempo profundamente humano y expresivo, Ravel sobresalió por revelar, según Le Robert, «los juegos más sutiles de la inteligencia y las efusiones más ocultas del corazón».

En las décadas de 1920 y 1930, Ravel fue considerado internacionalmente como el mejor compositor vivo de Francia.

Nacido en una familia amante de la música, Ravel asistió a la principal universidad de música de Francia, el Conservatorio de París; donde no era bien considerado y recibió un trato escándalo. Después de abandonar el conservatorio, Ravel encontró su propio camino como compositor, desarrollando un estilo de gran claridad e incorporando elementos del barroco, el neoclasicismo y, en sus obras posteriores, el jazz. Le gustaba experimentar con la forma musical, como en su obra más conocida, Boléro (1928), en la que la repetición toma el lugar del desarrollo. Hizo algunos arreglos orquestales de la música de otros compositores, de los cuales su versión de 1922 de Cuadros de una exposición de Modest Músorgski es la más conocida.

Un trabajador lento y laborioso, Ravel compuso menos piezas que muchos de sus contemporáneos. Entre sus obras para ingresar al repertorio se encuentran piezas para piano, música de cámara, dos conciertos para piano, música de ballet, dos óperas y ocho ciclos de canciones; no escribió sinfonías ni música de iglesia. Muchas de sus obras existen en dos versiones: primero, una partitura para piano y luego una orquestación. Parte de su música para piano, como Gaspard de la nuit (1908), es excepcionalmente difícil de tocar, y sus complejas obras orquestales como Daphnis et Chloé (1912) requieren un equilibrio hábil en la interpretación.

Ravel fue uno de los primeros compositores en reconocer el potencial de la grabación para llevar su música a un público más amplio. A partir de la década de 1920, a pesar de la limitada técnica como pianista o director de orquesta, participó en grabaciones de varias de sus obras y otras fueron hechas bajo su supervisión.

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