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Tomás Maldonado 1922-2018. Figura clave de la abstracción en la Argentina

Escrito por el 26 noviembre, 2018

Alicia de Arteaga

La última vez que estuve charlando largamente con Tomás Maldonado fue en lo de Justo Solsona. Un departamento estupendo, en ese emblema de la arquitectura porteña que es el Estrugamou, primera casa de rentas de la ciudad de Buenos Aires, que tiene en su patio interior una versión de la Victoria de Samotracia.

Maldonado, una suerte de Don Juan criollo, de talante soberbio y altura importante, estaba acostumbrado a ser el centro de la reunión, un don natural, charme dirían los franceses. Murió esta madrugada en Milán, donde vivía desde hace tantísimos años. Allí se casó con la empresaria editorial Inge Feltrinelli, que en aquel viaje lo acompañó. Una mujer poderosa, por su lugar e influencia, pero que, inteligente, dejaba el protagonismo a Maldonado.

El pintor, diseñador y docente fue una figura clave en el despertar de la abstracción en Argentina que coincidió con el nacimiento de un nuevo modelo de país, de cuño industrial y con destino de grandeza. Eran los tempranos cincuenta y se veía a los lejos la pasibilidad de cambiar el modelo agroexportador por una matriz productiva, que le diera a nuestra economía otro lugar en el concierto de las naciones.

El arte tuvo un papel clave en ese momento liminar. Y Tomás Maldonado, por liderazgo natural, fue la voz cantante del grupo formado, entre otros, por Lidy Prati, su mujer de entonces, extraordinaria pintora; Iommi, Lozza, Mele, Kosice, Carmelo Arden Quinn, Edgar Bayley; un puñado de buenos artistas disruptivos que venían a cerrar el imperio de la figuración.

Se trataba de innovar, imponer una estética que sintonizaba con lo que pasaba en el mundo y en especial en Venezuela, donde Jesús Soto y los cinéticos, como lo ha demostrado de manera cabal en sus investigaciones la coleccionista y mecenas Patricia Phelps de Cisneros, estaban cambiando el mapa del arte.

Innovar estaba en el espíritu de la época, pero Maldonado le dio forma con la creación de la revista Arturo y el impulso al Movimiento Arte Concreto Invención, que mostró su caudal creativo por primera vez en el Salón Peuser, fundado por un antepasado de alguien tan ligado al arte argentino contemporáneo como es Diego Costa Peuser.

Tomás Maldonado entendió antes que nadie el valor de la información. Viajó a Europa, cuando la ida y vuelta en barco era una cuestión de varios meses, y regresó cargado de revistas con las “noticias” del arte en el Viejo Mundo. Esa inmersión en lo nuevo fortaleció las ideas del grupo que alumbraría una explosión clave en el arte argentino hasta hoy: los Concretos y los Madi. En un estado de valorización permanente.

Más tarde, Maldonado se fue a Europa magnetizado por Max Bill; fue profesor en Ulm; dio clases en las Universidades de Milán, Bologna y Venecia. Conocí a varios de sus discípulos, que quedaron para siempre deslumbrados por sus teorías y prácticas. En Italia diseñó para Olivetti, Upim y La Rinascente. Nada menos.

Estudió en la Pueyrredón, entre 1936 y 1942. Con Alfredo Hlito, otro genio, que ilustró la tapa del catálogo de la inolvidable muestra organizada por la Fundación Proa y la Gamec de Bergamo, por iniciativa de Adriana Rosenberg, con curaduría de Marcelo Pacheco. En esa muestra, que visité en la galería de Bergamo, se podía ver el ideario de los jóvenes artistas y en el revés de la trama el sueño de otro país. Una utopía.

A esta altura, un país que no fue. Queda ese arte maravilloso. Dicen que cuando se organizó la muestra de los Madi, Laura Buccellatto llevó, antes del opening, a Carlos Pedro Blaquier a visitar la exposición. El coleccionista, el más grande que ha dado la Argentina, compró la muestra entera a puertas cerradas.

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