Te invitamos a ver el documental sobre Aurora del Teatro Colón
Escrito por Pablo De Vita el 30 septiembre, 2024
(30 de Septiembre de 2024 – Buenos Aires) – Luego de su exitosa presentación en el escenario de nuestro primer coliseo el público puede disfrutar del documental del Teatro Colón sobre la realización de Aurora. El detrás de escena de una de las producciones más destacadas de la temporada, con un elenco compuesto íntegramente por artistas argentinos. El documental permite conocer cómo se diseñó y realizó la escenografía, el vestuario y la caracterización, cómo fueron los ensayos y todo lo que sucedió en el backstage. En Aurora tal como su título anuncia, hay allí una alusión al nacimiento, al comienzo de algo nuevo, imposible de soslayar, con el trasfondo de una historia de amor contrariado. Para el libreto de Aurora, Luigi Illica contó con la colaboración del argentino Héctor Cipriano Quesada, y la versión en castellano –traducida por Josué Quesada y Ángel Petittaf en 1943– fue estrenada en 1945. El aria de tenor del final del segundo acto, en que el protagonista canta a la vez a su amada (Aurora, la hija del jefe realista) y a la “aurora que surge en el cielo de la patria”, fue convertida ese año, por decreto, en canción escolar obligatoria. Aurora se hizo por primera vez en el Teatro Colón en el año 1908 (año de la inauguración del actual edificio), siendo la última representación en la Temporada 1999. También se realizó en las temporadas 1909, 1945, 1953, 1955, 1965, 1966 y 1983. Betty Gambartes, directora de escena, expresa: “ Hoy, a 116 años de su estreno, es imprescindible volver la mirada sobre una de nuestras óperas fundantes que nos recuerda el fervor de los hombres y mujeres que forjaron nuestra patria.”
Desde el programa de mano, el reconocido crítico Pablo Gianera explicó: “Resulta difícil ya escuchar Aurora sin las adherencias de la canción patria. Si esta audición adánica fuera posible -y no lo es, porque nosotros no somos los mismos y tampoco lo es la ópera- habría tal vez alguna sorpresa. En La historia del Teatro Colón. 1908-1968 (Editorial Cinetea, 1969), Roberto Caamaño señala que el estreno de Aurora, dirigido por el propio Héctor Panizza, fue “un verdadero succès d’estime que al año siguiente no tuvo tanta suerte”. Es la manera decorosa que Caamaño encuentra de dar a entender que la ópera no fue bien recibida por el público, o por lo menos no tan bien recibida como podría haberse esperado del encargo que el gobierno de la ciudad había hecho para la apertura, en 1908, del nuevo edificio del Teatro Colón.
Hace falta aquí recordar que la pregunta por la posibilidad o imposibilidad de una música nacional, y, sobre todo, por cuál sería la forma que ésta debería adoptar, implicó ya desde el principio a la ópera. ¿Sobre qué bases podría fundarse una “ópera argentina”? ¿Cómo reconciliar temas locales con lenguajes europeos? ¿Es válida estéticamente la intersección de telurismo y verismo o wagnerismo? Sabemos de sobra que estas preguntas tuvieron respuesta en las páginas de la revista Sur, en la obra entera de Borges, en las músicas de Juan José Castro, de Juan Carlos Paz y, más adelante, de Gerardo Gandini; y aún más, en otra posición, en los poemas y las novelas de Leopoldo Marechal. Pero hacia 1908, esas preguntas seguían sin respuesta.
Esa línea telúrica de gauchos y caballos (incluso puestos en música) era completamente ajena a Panizza. A Héctor Panizza, que había nacido en la calle Suipacha el 300, se lo llamaba en su casa “Ettore” y ni siquiera era el castellano la primera lengua. Compuso Aurora entre Italia (con vistas al Lago de Como) e Inglaterra, donde debía atender sus compromisos como director de orquesta en el Covent Garden. Para colmo, el libreto en italiano era de Luigi Illica, colaborador de Puccini. Como escribió en una ocasión Pola Suárez Urtubey, el pecado de Panizza consistió en estar más cerca, en estilo, de Umberto Giordano, sobre todo de su Andrea Chénier, que de Antonio Berutti y su ópera Pampa, sobre Juan Moreira. Sin embargo, podría proponerse que Aurora sobrevivió a Panizza. Un ejemplo: en 1960, el diario La Nación publicó una revista conmemorativa por el 150° aniversario de la Revolución de Mayo. Con la firma de Nicolás Lamuraglia, está el largo artículo “Presencia de nuestra música”. Hay muchos nombres y muchas fotos: Juan Pedro Esnaola, Berutti, Alberto Williams, Carlos Pedrell (que nació en Uruguay y murió en Francia), Athos Palma, Julián Aguirre… Todos menos Panizza. La omisión confirma que Panizza seguía sin ser “uno de los nuestros”.
En Aurora, la relación sentimental de Mariano y Aurora cuenta una alegoría de trazo grueso: la víctima sacrificial (España), imprescindible para el nacimiento de la patria. Pero Aurora terminó siendo ella misma una alegoría, una alegoría diferente de la que cuenta su trama.
En 1942, Panizza, con Ángel Petitta y Josué Quesada, decidieron traducir el libreto al español. Esa traducción fue original hasta la aberración, vetada de neologismos (irradial, por ejemplo) y de malentendidos: la traducción más eficaz, la que inventa algo que no existía. Fue esa versión la que se escuchó en la función oficial del 9 de julio de 1945; fue esa versión la que escucharon en el Colón el presidente Edelmiro J. Farrell y el coronel Juan Domingo Perón. Ese día nació la canción patria.
La alegoría del nacimiento de la patria terminó siendo en Aurora una alegoría mucho más actual, la de la Argentina del siglo XX: la tragedia de esa patria que nacía -que no era la patria del nacionalismo campero sino la del inmigrante europeo- tuvo que cantarse primero en italiano, y convertirse después en oficial en una traducción tan escandalosamente desmañada que no quedó más que rendirse a su autoridad, como quien se equivoca con tanta seguridad que logra convencer a todos del que el suyo fue un acierto.
Es verdad: resulta arduo olvidarse de todo esto, olvidarse de la historia. Pero si lo hiciéramos, ¿qué quedaría de Aurora y qué de la alegoría que vistió?”
Te invitamos a ver el documental realizado y publicado por el Teatro Colón:
Fotos: Arnaldo Corombaroli
Gentileza: Oficina de Prensa del Teatro Colón