Palmas Sanmartinianas al historiador Roberto Elissalde y al Embajador Karl Dhaene
Escrito por Pablo De Vita el 1 octubre, 2024
(1 de Octubre de 2024, Buenos Aires) – El pasado Jueves 26 de Septiembre la Academia Sanmartiniana realizó en su sede de Grand-Bourg, una sesión pública para incorporar como académico de número a su vicepresidente 1º Roberto L. Elissalde. Presidió el acto el titular del Instituto Tte. Cnel (R) Dr. Claudio Morales Gorleri, quien hizo referencia al valor de la educación como eje central de su gestión y llevar el conocimiento del Libertador a todos los ámbitos haciendo presente su legado y cumpliendo con el espíritu sanmartiniano, refiriéndose a la vinculación con Bélgica y al comienzo de la conmemoración del bicentenario de San Martín en Bruselas desde 1824 a 1830. Tras dedicar unas cálidas palabras al nuevo miembro, le impuso del collar académico y la Dra. María Inés Rodríguez Aguilar le entregó el diploma. La vicepresidente 2ª Dra. Adela María Salas, leyó las palabras que había preparado el Dr. Miguel Ángel De Marco, ausente por una repentina indisposición. En ella destacó la amistad nacida hace 52 años, “basada en el intercambio de conocimientos y de datos, y en la humana y a veces humorística comprensión de ciertos hechos del ayer”. Finalmente expresó su deseo que “multiplicara sus logros intelectuales a la vez que aportará su envidiable energía y saber al Instituto”.
Elissalde comenzó así: “Sean las primeras palabras de gratitud a los señores académicos, algunos de ellos colegas por varios años en distintas instituciones o en medios vinculados al estudio de nuestro pasado, que han tenido la amabilidad de considerarme entre sus pares. Al señor Presidente, flamante presidente, por esas palabras tan cálidas en esta sesión pública que preside por primera vez. Y como agradecer a Dr. Miguel Ángel De Marco, conocimiento que lleva ya 52 años y que el tiempo, maestro y consejero sabio, hombre generoso y amigo de excelencia, por estas palabras que han reflejado más que mi persona, su generosidad y afecto. Yo tendría que recordarle aquello que desde Bruselas San Martín le escribió al general Miller: “por lo general, la amistad no es, a la verdad, un juez bien imparcial”.
Hace 60 años, todas las tardes pasaba tres horas con un grupo de compañeros de sexto grado, leyendo “San Martín vivo”, de José Luis Busaniche porque íbamos a participar de un concurso que se llamaba Justa del Saber Sanmartiniano. Perdimos por un punto, lo que más lamentamos era el viaje a San Lorenzo, a los 12 años una aventura, donde nos hacíamos subiendo al techo y mirando desde la espadaña el río y un imaginario desembarco, con ese enemigo que avanzaba a paso redoblado y al viento desplegado su rojo pabellón, que en ese momento histórico, no era rojo como lo aprendimos después. Sin embargo el segundo premio era una visita a Obras Sanitarias de la Nación, donde nos ofrecían un suculento “banquete” con sandwichs y gaseosas a discreción, y una visita al Museo Histórico Nacional, donde me quedé admirado nuevamente, pero con un mayor conocimiento de quien era San Martín. A tantos años de distancia, lejos estaba aquel chico de pensar que iba a ocupar en esta Academia el sitial de don Adolfo P. Carranza, que rescató la historia de la Patria, las reliquias sanmartinianas, a quien los argentinos le debemos un más que digno homenaje como fundador de esa institución señera.
Quizás esa fue una motivación aún más a la lectura y al conocimiento de nuestro pasado. Hoy cuando empezamos a descender -en lo posible lo más pausadamente- la barranca de la vida, este acto que es un reconocimiento, también demuestra que ese imperativo que nos ha dado el señor Presidente al iniciar su mandato de trabajar en la educación y hemos tomado como un desafío, a la postre puede dar sus frutos. Gracias a Uds. a los que me acompañan desde distintos lugares, la familia reunida por la fuerza de la sangre, a los amigos cercanos en el afecto, a los colegas de tantos lugares e instituciones y a Alicia que soporta con amor y digamos con “patriótica” entereza esta dedicación.
“Hemos intentado a través de estas cartas de San Martín y de algunos de sus corresponsales, dar un pantallazo sobre la vida de nuestro héroe en Bruselas, caminamos con él por esas calles, lo acompañamos en el reencuentro con su hermano Justo Rufino, padecimos los dolores del reumatismo o la herida en el brazo que lo dejó postrado, disfrutamos sus dichos castizos, la preocupación por sus finanzas, su obsesión por la mejor educación para Merceditas, sus sabias reflexiones sobre las ingratitudes de la vida pública o nos divertimos con lo enamoradizo de su tío político y cabalgamos juntos en los llanos de Waterloo. Estaba ya lejos cuando el triunfo de Ayacucho o cuando al mando del bravo paraguayo José Félix Bogado regresaron sus granaderos. En una palabra hemos vivido en su compañía a dos siglos de distancia, en el marco de este bicentenario que comenzamos a recordar que el Instituto y la Embajada de Bélgica por feliz iniciativa de su presidente y del Embajador se inaugura esta tarde y finaliza en el 2030.
Quizás uno de los mayores títulos que tiene Bélgica con respecto a San Martín, es de haberle otorgado algo que en palabras de una persona tan reservada es más que un elogio y no le visto en ninguna de sus cartas. Esto le escribió al general Tomás Guido: “Ud. dirá que soy feliz. Sí, amigo mío verdaderamente lo soy”. Refiriéndose a un testamento de San Martín que nunca se encontró pero se sabe de su existencia dijo finalmente: “Esas últimas disposiciones de San Martín, ¿están en una notaría de Bruselas?, nos quedan en principio estos seis años que hoy inauguramos para tratar de encontrarlas, porque como decía Miguel Ángel Cárcano: “La historia, es una disciplina científica, que se halla en constante elaboración y cambio, porque la vida es la materia con que trabaja… Las historias de ayer se mejoran hoy y se aspira a completarlas mañana”.