Nueva era
Escrito por Jorge Cabrera el 1 mayo, 2019
Con la dinastía reinante más antigua del mundo, Japón cambió de emperador hoy e ingresó en una nueva era, la de la “armonía hermosa”. Akihito abdicó en favor de su hijo, Naruhito, y deja tras de sí un legado marcado por su pacifismo.
Mientras el calendario gregoriano marca el primero de mayo de 2019, el trono del Crisantemo estrena su propio almanaque con el año 1. La nueva era se llamará Reiwa.
El nombre de la era imperial es escogido por el gobierno japonés tras consultar con académicos y especialistas en historia y literatura. El portavoz oficial Yasuhide Suga lo anunció el 1 de abril, un mes antes del cambio de emperador para dar tiempo al ajuste de fechas en programas informáticos, almanaques impresos y papelería oficial.
La era Reiwa
Reiwa, compuesto por dos caracteres que están abiertos a muchos significados, ha sido traducido por fuentes oficiales como “Armonía hermosa”.
Normalmente, el advenimiento de una nueva era en Japón solo tiene lugar cuando el emperador fallece. Es la primera vez en 202 años que un monarca viviente, el emperador Akihito, abdica y entrega el trono a su heredero.
En un discurso televisado en 2016 Akihito explicó que a su avanzada edad, su salud no era la de antes. Dijo que su capacidad para cumplir con las numerosas obligaciones como monarca se iba reduciendo.
El inesperado anuncio tomó por sorpresa a muchas personas. Hubo incredulidad, susto y hasta tristeza. “Me ha impactado y me ha chocado bastante. Y no podía pensar que podría dejar su cargo. Pero está bien. Y ya es nueva era”, explica Misaki Abe, que trabaja en una galería de arte.
Akihito quiso poner fin a un reinado de tres décadas que pasarán a la historia como la era Heisei, y que se inició con la muerte de su padre, el emperador Hirohito.
La era Heisei
El 7 de enero de 1989 fallecía el último gran protagonista vivo de la Segunda Guerra Mundial, el emperador Hirohito. Su reinado estuvo marcado por la derrota bélica frente a Estados Unidos y sus aliados, pero también por el llamado “milagro económico” japonés, una recuperación ocurrida a velocidad de vértigo y sin precedentes en la historia del capitalismo.
El hijo de Hirohito, el emperador Akihito recibió un país en la cúspide de su economía. En diciembre de 1989 el índice Nikkei de la bolsa de Tokio alcanzó los casi 40 mil puntos, un nivel récord que nunca volvería a tocar.
Tras guardar un año de luto por su padre, Akihito fue entronizado formalmente en 1990. El nombre de la era Heisei fue traducido como “El logro de la paz”, una frase premonitoria de que el nuevo emperador centraría sus esfuerzos en borrar la imagen beligerante del trono del Crisantemo forjada por Japón durante el reinado de su padre.
Akihito se casó por amor fuera de la aristocracia nipona, con la hija de un industrial educada en el catolicismo. Sus tres hijos, entre ellos el próximo emperador, fueron educados por su madre como una familia de clase media y no por los celosos funcionarios de la Corte.
Crisis económica y catástrofes naturales
A su llegada al trono Japón vivía una época de exuberancia, despilfarro y precios de locura. Pero la burbuja inmobiliaria estalló a poco de llegar Akihito al trono. Los primeros diez años de la era Heisei son recordados por los economistas como la “década perdida”.
Para 2009 el índice Nikkei de la bolsa de Tokio había dejado atrás más del 80 por ciento de su valor. La caída de la recaudación obligó a una masiva emisión de bonos soberanos y la deuda de Japón sobrepasó en 2012 el doble de su Producto Interno Bruto, una situación sin par en el mundo industrializado.
La creciente competitividad de las empresas de Asia tuvo un fuerte efecto en la productividad japonesa. En la era Heisei las empresas niponas empezaron a mostrar que su control calidad no era como antes. Japón entregó entonces a China la posición como segunda economía del mundo.
La era Heisei será recordada también como una época de grandes calamidades naturales, con un terremoto en 1995 y “el Gran Terremoto del Este de Japón” en 2011, recuerda Atsushi Kubota, gerente de relaciones públicas del periódico Nikkei, que estima que hay que “convivir con los desastres”.
Así, en 2011 en Fukushima, Japón sufrió el peor accidente nuclear desde Chernóbyl en 1986, como consecuencia del terremoto y tsunami.
Akihito, el pacifista
Pero mientras la naturaleza se ensañaba contra el archipiélago y afectaba su economía, el país registraba tasas mínimas de delincuencia y ninguna confrontación armada internacional. Es difícil encontrar un ciudadano japonés que no considere el pacifismo como la característica esencial del emperador Akihito.
Pero su pacifismo lo ha puesto a menudo en una posición polarizada respecto a los políticos que abogan por el rearme de Japón de cara a la amenaza del expansionismo chino.
El primer ministro Shinzo Abe, quien ha gobernado Japón durante los últimos seis años de la era Heisei, ha dejado claro que su interpretación del pacifismo pasa por incrementar el arsenal.
Cambiar la Constitución pacifista para fortalecer el ejército es un mensaje que cala profundo en las generaciones que no conocieron la guerra y no temen sus consecuencias.
Naruhito y Masako, una nueva era
El próximo emperador, Naruhito, tiene 59 años. Historiador educado en Oxford, Naruhito es aficionado a la música y toca el violín y la viola.
Como su padre se casó por amor, con una diplomática llamada Masako Owada. La futura emperatriz ha estado bajo el foco mediático repetidas veces, por su depresión y su incapacidad para dar a luz a un varón que perpetúe la dinastía del Crisantemo. Además, Masako ha debido soportar la presión de la aristocracia que resiente el matrimonio de la familia imperial con personas fuera de la nobleza.
El consenso generalizado entre los japoneses es que Naruhito, el emperador 126 en la dinastía, seguirá los pasos de su padre. Su mayor reto será impedir que el trono del Crisantemo, una institución más antigua que los emperadores romanos, se regocije en la nostalgia y, en cambio, ponga su mirada en el futuro.