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Netanyahu se juega todo en las legislativas

Escrito por el 15 septiembre, 2019

Faltan horas para unas legislativas clave para el futuro del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, quien intenta salvarse de ser procesado por soborno y corrupción.

 

Después de las elecciones del 9 de abril pasado, la mayoría de los diputados recomendaron ante el presidente Reuven Rivlin que otorgue a Benjamin Netanyahu el mandato para formar gobierno. De acuerdo con la Ley, el diputado seleccionado cuenta con 21 días y una extensión de 14 días más para presentar ante la Knesset a su nueva coalición, que ha de contar con el apoyo de por lo menos 61 diputados, del total de los 120 que integran el parlamento de Israel.

Netanyahu se dedicó a la tarea de inmediato y con la intención de repetir la conformación de su coalición saliente de su partido Likud, con todos los partidos religiosos nacionalistas y religiosos ortodoxos a la derecha del mapa político israelí. Estaba dispuesto a otorgarles fondos sectoriales y autoridad sólo a cambio de su apoyo a una ley especial que le salve de ser procesado por los cargos pendientes en su contra, sujetos a vista previa, cargos por soborno y corrupción que podrían alejarlo del cargo y hasta despacharlo a la prisión.

Netanyahu y el Likud intentan salvarse

Sólo que en vez de devolver el mandato al presidente, para que éste encargue a otro diputado la formación de gobierno, Netanyahu obligó a sus copartidarios y convenció a parte de la oposición para que dispersen la Knesset y convoquen a nuevas elecciones. El motivo de su fracaso, fue la negativa de otro político de la derecha israelí, Avigdor Lieberman. Este encabeza una lista partidaria, Israel Beiteinu(Israel es nuestro hogar), que representa a más de un millón de inmigrantes de la ex Unión Soviética, se identifican como laicos y se oponen a la radicalización religiosa experimentada en Israel luego de largos años de participación de los ultra-religiosos en las coaliciones de gobierno.

Quitar a Netanyahu del poder es la prioridad de por lo menos cinco de los diez partidos que se presentan a las elecciones y tienen probabilidades de ingresar a la Knesset con el mínimo necesario de por lo menos cuatro diputados. Los votantes de centro y de izquierda, junto con el electorado árabe israelí, se pusieron ese objetivo por blanco y esperan que con la derrota de Netanyahu, logren alejar de las riendas del poder a los partidos religiosos y a su creciente influencia en el carácter de la sociedad israelí.

El tema principal presentado por los partidos ultra-ortodoxos es la preservación del status quo político-religioso, aunque el público secular y tradicionalista, que constituye la mayoría de la población de Israel, siente día a día el avance de las costumbres y las imposiciones del judaísmo religioso sobre la sociedad en general.

Los tres partidos religiosos nacionalistas representan a los colonos judíos que habitan en los territorios de la margen occidental del Río Jordán, aproximadamente medio millón de personas, y en sus campañas electorales hacen hincapié en los símbolos religiosos de la tierra de Israel y se oponen a todo acuerdo territorial que lleve a la creación de un estado palestino independiente.

Y temiendo la derrota, y quizás preparándose para no aceptarla, el primer ministro Benjamin Netanyahu y su partido gobernante Likud hacen uso de la táctica de dividir al pueblo, ensuciar al proceso electoral y pintarlo como corrupto e ilegal. Así fue el caso del fracasado intento del gobierno de transición que encabeza, de sancionar pocos días atrás una ley relámpago para la instalación de miles de videocámaras operadas por militantes partidarios en las urnas para controlar posibles fraudes, cuando la intención es centrarse en las urnas de las localidades árabes de Israel.

Y nadie habla de paz. El tema hasta hace pocos años más candente de la discusión política israelí, ¨dos estados para dos pueblos¨ y ¨territorios a cambio de paz¨ es el mayor secreto de estos comicios generales.

La atomizada política israelí se mide en bloques. Para gobernar es necesario lograr con el apoyo de una coalición de 61 diputados. Pero cuando las listas opositoras con mayor número de diputados constituyen cada una un cuarto de la Knesset y los partidos que le siguen cuentan con entre 11 y 4 diputados cada uno, para juntar 61 es necesario un bloque de por lo menos cinco partidos políticos diferentes.

Los últimos censos no otorgan esa mayoría a ninguno de los dos grandes bloques, derecha y religiosos frente a centro e izquierda y listas árabes. El filo de la balanza es Avigdor Lieberman, un antiguo camarada y amigo de Netanyahu y durante los últimos años su peor rival. Lieberman, al frente de ¨Israel es nuestro hogar¨, esgrimió la lanza de laicismo y el alejamiento de los religiosos del poder.

El Azul y Blanco de Benny Gantz

Benny Gantz se le sumó, llamando a la formación de un gobierno de unidad nacional sin religiosos y sin Netanyahu. Si Benjamin Netanyahu no logra mantenerse en el gobierno también después de estos comicios generales, es de estimarse que el Likud lo reemplazará por otro político, bajándolo del pedestal en días, con tal de permanecer en el poder.

El jefe del partido Azul y Blanco, el general retirado Benny Gantz, surgió a la política israelí tres meses antes de las anteriores elecciones de abril. Gantz cursó todos los rangos militares hasta convertirse en el jefe del Ejército de Israel entre 2011 y 2015, y carecía de toda preparación política, algo que viene aprendiendo a pasos agigantados este año.

Hoy, nueve meses después y con crecientes probabilidades de ser el próximo primer mandatario de Israel, continúa siendo una incógnita política. No es un hombre de izquierda, pero es liberal y humanista y perfilándose como el único candidato capaz de ofrecer batalla a Netanyahu. En los últimos censos de opinión, una semana atrás, obtuvo una pequeña pero importante ventaja sobre el Likud: para Azul y Blanco se predecían 31 escaños y para el Likud 30.

El Partido Laborista corre peligro

Azul y Blanco absorbió desde su aparición casi a todo el electorado del Partido Laborista, pilar de la sociedad israelí desde la creación del Estado en mayo de 1948. Pero las inmigraciones de judíos de los países árabes en los años 50 y las precarias y hasta discriminatorias medidas tomadas por el entonces joven Estado de Israel dirigido por el Partido Laborista de tendencia socialista, dejaron sus secuelas aún después de dos generaciones.

El asesinado primer ministro Itzjak Rabin y el difunto presidente Shimon Peres fueron los firmantes del Acuerdo de Oslo, que en 1993 acordó el reconocimiento mutuo de Israel y de la Organización de Liberación Palestina, entonces encabezada por Yasser Arafat, y consecuentemente la creación de la Autonomía Palestina y la retirada israelí de las ciudades palestinas.

Pero la derecha israelí acusa al partido de ser responsable por la muerte de centenares de israelíes como consecuencia de la segunda Intifada (rebelión) a partir del año 2000. Los constantes cambios de liderazgo en el partido hicieron el resto. En las elecciones de este próximo martes, el Partido Laborista israelí corre el riesgo de borrarse y no lograr introducir el mínimo de cuatro diputados al parlamento israelí.

 

 

Por RFI.


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