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Encuentro cercano con el director de la Bienal de Venecia

Escrito por el 12 noviembre, 2018

Alicia de Arteaga

Es lunes al mediodía. Ralph Rugoff se acomoda en el sillón del living de la casa de Victoria Ocampo, listo para la foto. Es un hombre alto, enjuto, atento a las preguntas y cauto con las respuestas. No dice una palabra de más y asume los riesgos y alcances de ser el director de la 58ava Bienal de Venecia.

Nacido en Nueva York en 1956, desde hace años dirige la Hayward Gallery de Londres. Junto con la Serpentine y la Tate Modern, el espacio que da la hora del arte actual. En junio de 2017 fue elegido director de la Bienal de Venecia, para la edición 58 que se inaugura el 11 de mayo de 2019 en la Serenísima, bajo el lema “Que vivas en tiempos interesantes”.

Como un ideograma chino, y algo de eso hay, el eslógan puede leerse de muchas maneras y alcanzar significados diversos, hasta contradictorios. Esa suerte de provocación o posverdad parece divertir al curador jefe.

Rugoff ha llegado a Buenos Aires invitado por el Fondo Nacional de las Artes, el CCK, la Fundación Proa, la Universidad Tres de Febrero y Asuntos Culturales de la Cancillería. Un pool de esfuerzos, impulsado por Teresa de Anchorena, que es directora del FNA y presidenta de la Comisión de Museos y Patrimonio, para que este hombre, el más influyente en la escena del arte hoy por hoy, llegue hasta Buenos Aires y conozca la escena in situ. Visitará talleres de artistas, museos e instituciones para conocer lo que se produce acá. Admite conocer algunos artistas de nuestro país. En 2008 expuso en la Hayward obra de Tomás Saraceno y recuerda la Biennale en la que el envío argentino fue una instalación gigantesca de Adrián Villar Rojas, el joven de meteórica carrera que tiene una obra en la Fundación Louis Vuitton del Bois de Boulogne.
Preguntas van preguntas vienen, Rugoff elude cualquier tipo de compromisos con lo que ha visto o con lo que verá en Buenos Aires. Sus anfitriones le han preparado un lista de artistas, pero ésta pasará por el filtro de su propia mirada.

Como pasaron los casi 80 artistas que ha seleccionado para su propia muestra dentro de la Bienal, que ya es una tradición de la fiesta veneciana inaugurada en 1896 por el rey Umberto de Saboya para impulsar el turismo durante el verano. Desde entonces, los planes de la corona fueron superados ampliamente; en Venecia viven 65.000 personas y la visitan por año 30 millones de turistas. Una ola imparable a la cual contribuye, discretamente, la Bienal, visitada cada dos años por poco más de 600.000 personas.

“Son los turistas que además de amar la ciudad, que es una obra de arte, quieren ver qué producen los artistas contemporáneos. Hay que admitir que en el caso de Venecia, el destino es de por sí un imán único”.

Entre empanadas y postre vigilante, comentará más tarde que la Bienal, por su formato, es un escenario de tensiones. Por un lado están los pabellones nacionales, que responden a una estrategia decimónica cargada de color político. En el otro extremo, La biennale debe ser una Mostra internacional.

Cuesta pensar que el formato de los pabellones de los Giardini cambie algún día. En la cima presid; por el poder colonial: Gran Bretaña, Alemania y Francia. Rugoff recuerda que el primer pabellón fue el de Bélgica; pero quedó lejos cuando se distribuyó el espacio en torno de la avenida bautizada recientemente Harald Szeemann, en honor al suizo genial que fue dos veces director. Mientras Paolo Barata presida la Fundación Bienal… nada cambiará. Tiene el poder en sus manos.

“Desde que fue creada la Bienal, el panorama global cambió de forma radical. Hay demasiadas bienales en el mundo, es como un virus que se reproduce sin parar, pero Venecia sigue siendo la más influyente, la que realmente cuenta”.

Adelantó que este año veremos algunos cambios y que prepara “sorpresas”. No dijo cuáles.
En cuanto a su selección: “ Los artistas que verán en el Padiglione son los que a mí me interesan, aquellos capaces de despertar conciencias y de abrir las mentes; los artistas son los únicos que pueden tener en la cabeza dos imágenes al mismo tiempo. Ellos llevan la delantera”.

Como invitado especial del FNA , el director de la Bienal se aloja en la casa de Victoria Ocampo de la calle Rufino de Elizalde, en Barrio Parque. En su última puesta a punto se habilitaron cuartos para huéspedes especiales. Una iniciativa a la medida de la dueña de casa, fundadora del FNA y directora de Editorial Sur. Ella hizo de Buenos Aires un destino cultural y tuvo la audacia, o mejor dicho la libertad, de encargarle a Bustillo, un arquitecto muy Beaux-Arts, una casa moderna, racionalista, inspirada en las líneas minimalistas de Le Corbusier. Bustillo la hizo, pero no la firmó.

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