Días antes veníamos entrelazando las horas para nuestro encuentro. Tranquilos, con entusiasmo, tejíamos nuestro futuro… juntos y a la distancia. Sin darnos cuenta comenzó a brillar la estrella de cinco puntas en nuestras almas y en el vasto cielo norteño, sufrido, hipotecado, la luna fue un canto al amor sin dobleces. Y fue así que acordamos encontrarnos en una provincia equidistante de nuestro lugar de residencia. Es decir, vivíamos en provincias distintas. Y llegó el gran día. Un día cálido, luminoso, especial para hacernos el amor. Con incertidumbre ella, desde la «Tacita de plata», bajó; yo desde el «Jardín de la República», subí. Encontrándonos, en la tarde-noche del penúltimo día del mes de Julio, en Salta, La Linda. La ocasión nos proponía ilusiones, esperanzas y futuro… juntos por siempre.
El encuentro fue inolvidable, deslumbrante, mágico. Fuimos adolescentes en el crepúsculo de nuestras vidas. El cuarto de hotel se inundó de caricias, suspiros y gemidos que rodaron por nuestros cuerpos sin límites, sin control. Allí comencé a saborear la dulce fragancia tersa piel. Ella, comenzó a embriagarse con mi espesa ambrosía insurgente. Mucho para dar, nada para lamentar. Cada cual con su historia, con sus mambos. «Fuimos libres de productores libres» y de creencias supraterrenales.
Nuestros intensos y buenos momentos conservan su lozanía, su frescura. Buenos e intensos momentos para degustarlo con un buen vino Malbec o un Torrontés, tal como le gustaba a ella. Y para rematar, un brindis por el Amor y la Vida, con un buen champagne Rosé. ¡¡SALUD!!
«INTRINSECO»: «Hoy es el día perfecto/ nos quitamos lo puesto» (ESTELARES)
Gerónimo Humberto Juárez