Este domingo en Rusia, el partido de Vladimir Putin salió victorioso aunque con importantes grietas en su poder regional y local.
Rusia Unida ha perdido alrededor de un tercio de los escaños que controlaba anteriormente en Moscú. Pasa de dominar ampliamente el Ayuntamiento a quedarse con una mayoría ajustada de 25 o 26 escaños sobre los 40 que ocupaba hasta ahora, con 45 en juego. Además, su líder en Moscú, Andrei Metelsky, perdió su escaño, que ocupaba desde principios de los años 2000.
Los candidatos respaldados por la oposición han arrebatado al partido gobernante escaños no sólo en el Ayuntamiento de Moscú, y eso a pesar de que la Comisión Electoral había vetado a los aspirantes más críticos y más populares.
Para el opositor Alexei Navalny, este resultado es la prueba de que su llamado a un «voto inteligente» funcionó. Tras la exclusión de sus candidatos, el líder de la oposición había pedido a sus partidarios votar a cualquier otro candidato que no estuviese respaldado por Vladimir Putin y que tuviese posibilidades de salir.
Una estrategia que sin duda contribuyó a estos resultados, y que benefició al Partido Comunista: la formación ganó así 13 escaños en la Duma municipal.
El asunto de fondo es el bache de la popularidad del presidente ruso: tras anexionarse la península ucraniana de Crimea hace cinco años, había logrado un 80% de aceptación, pero el año pasado cayó hasta un 60%.
Rusia Unida acusa el desgaste de casi 20 años de primacía en la política rusa.