El lado B de la tragedia

La explosión de un ducto de combustible, que dejó al menos 85 muertos en el centro de México, puso de relieve la práctica del “huachicoleo”, el robo de combustible que se ha transformado en un tráfico millonario.

Al menos 85 personas fallecieron por la explosión, el viernes, de un oleoducto en momentos en que era saqueado por cientos de civiles en el centro de México. Una fuga de combustible atrajo a unos 700 pobladores de Tlahuelilpan, incluidas familias enteras, que con baldes y bidones recolectaban la gasolina cuando los sorprendió la explosión.

El robo de carburante o huachicoleo es una práctica que existe desde hace ya mucho tiempo, pero, en la última década, de robo hormiga pasó a ser un tráfico millonario en manos del crimen organizado, que vinculó a muchas comunidades por donde pasan los sólidos ductos de la petrolera mexicana Pemex.

Es el caso de Tlahuelilpan, un municipio pobre donde la venta de gasolina robada se disparó desde hace 2 años. Muchos de sus habitantes aprovechan este mercado negro por necesidad; ya que la gasolina se encareció muchísimo, prefieren comprar gasolina robada pero más barata.

Por otro lado, en las últimas semanas el centro del país padeció un desabastecimiento de carburante provocado por la guerra que inició el presidente Andrés Manuel López Obrador contra el robo de combustible.

Por este motivo, cuando los habitantes de Tlahuelilpan supieron de la fuga provocada por una toma clandestina en el oleoducto cercano, se fueron corriendo para llenar botes y bidones, pero sin pensar en los riesgos, menos aún en una explosión como la que cobró decenas de vidas.

Se trata de una tragedia que se podría repetir en cualquier lugar del país donde actúan los huachicoleos.

Por Patrick-John Buffe, corresponsal de RFI en México